Wednesday, November 21, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 9 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.



El otoño llegó de improviso, con toda la furia acumulada del que lleva tiempo esperando que le cedan su legítimo espacio. La mañana siguiente a aquella breve charla en el porche, desperté con la lluvia azotando los cristales y las manos heladas, como si hubiese dormido al aire libre. Cuando bajé a la cocina mamá ya estaba allí preparando café y tostadas mientras daba saltitos sobre la punta de los pies.
"Menudo desastre. Tendríamos que habernos preocupado del tema de la calefacción antes de que llegase el frío...¿has oido como se cuela el viento por las juntas de las ventanas? Tengo que hablar con alguien hoy mismo, antes de entrar a la escuela..."
Pensé que sería buena idea volverse a la cama y no salir de allí en todo el día, incluso tenía ya en los labios una excusa preparada cuando escuché en el exterior el petardeo de tu furgoneta.
"Deberías verte el cambio de expresión" dijo mamá riendo "Parece que hoy no tendré que llevarte al instituto, ¿verdad?"
Todavía no había logrado pronunciar una frase coherente, notando arder mis mejillas ante la mirada divertida de mamá, cuando tras golpear brevemente en la puerta de la cocina entraste tú con el cabello chorreando y la eterna sonrisa en la cara.
"La que está cayendo...como hoy papá no necesita la furgoneta y llueve tanto, he pensado que podría llevarte, ¿qué dices?"
"Creo que dice que sí"respondió mamá por mi"¿has desayunado? ¿quieres un café?"
"Si, me tomaré una taza mientras este se quita el pijama."
"Estupendo, siéntate entonces."
En aquellos momentos en los que te integrabas con tanta naturalidad en nuestra rutina, sentía que me iba a estallar el corazón de felicidad. De alguna manera sabía que si en ese instante yo te cogiese de la mano y le contasemos a mamá lo que había entre los dos, lo entendería e incluso se sentiría dichosa con la noticia. Ahora, corriendo escaleras arriba y recordando sus palabras de la noche anterior, creí que era eso lo que ella me había querido dar a entender, que lo intuía todo, que comprendía lo que pasaba y me apoyaba totalmente.
"Cuando será el día apropiado para decírselo", me pregunté mientras me vestía y preparaba la bolsa con mis cosas. Ella misma lo había dicho, estábamos tan acostumbrados a contarnos todo lo que nos pasaba y sentíamos, que aquella historia me quemaba en los labios, deseaba hablarle de nuestro amor para compartir con ella mi felicidad...
Al volver abajo estabais hablando sobre la persona apropiada para revisar la calefacción y aislamiento de la casa, y mamá anotaba una dirección y un número de teléfono. Ella no me miraba, tu si, mostrando en tus ojos la dulzura habitual que reservabas para cuando nadie podía vernos...
...en ese preciso momento comprendí qué era lo que me retenía de hablar con mamá. Hablar de la relacion entre tu y yo conllevaría a hablar del incidente en los vestuarios,ella deduciría rapidamente la conexion que había con el puñetazo, la situación que se estaba generando en torno a nosotros, y conseguiría hacer desaparecer de su rostro la expresión tranquila y confiada que yo veía ahora y que solo había recuperado una vez nos hubimos marchado de la ciudad. Me pregunté que derecho tenía yo a plantearle situaciones que pudiesen crearle de nuevo angustia, cuando habíamos huido tan lejos buscando una vida feliz y tranquila.
En ese momento levantó la mirada del papel y sonrio de aquella manera que yo había olvidado hacía mucho tiempo ya.
"Venga, muevete y toma algo, o llegareis tarde."
Tu me seguías observando, pero con una cierta preocupación que no habia en tus ojos un instante antes.

...un poco después, mientras peleabas con el arranque de la furgoneta, dijiste:
"Estas preocupado por ella, ¿verdad? Y tiene que ver con lo que fuera que te pasó en el instituto."
No pude decirte nada, tu ya lo sabías todo, el cómo y el porqué, solo te faltaba saber quién había sido el agresor.
Arrancaste sin decir una palabra más y así seguimos hasta llegar al pueblo.

A la puerta del instituto nos esperaba un gran cartel ante el que todo el mundo pasaba de largo, y que supuso un punto de inflexion en el desarrollo de las cosas.
"Que es eso"pregunté intrigado.
"Me temo que lo sé"respondiste ceñudo.
El letrero anunciaba lo siguiente:

"CEREMONIA DE INAUGURACION DEL CURSO ESCOLAR
En colaboración con la Asociación Parroquial y el Excmo. Ayuntamiento local.
Viernes 9 de Noviembre, a las 18:00 h.
OS ESPERAMOS"

"Ese "os esperamos" es un eufemismo, la asistencia es obligatoria. Se supone que es algo para mejorar las relaciones entre los alumnos, entre profesores y alumnos y qué se yo..."
"¿Y en que consiste la ceremonia?"
"Primero en el salón de actos darán un discurso el alcalde, el párroco y el director del instituto. Y después hacen un pequeño baile en el gimnasio: cuelgan globitos, sirven limonada y galletitas saladas, todo con música de los años 60. Es apasionante"
A mi, que desde el incidente del puñetazo intentaba rehuir por todos los medios posibles cualquier aproximación a un entorno que percibía cada vez como más hostil, la idea de una reunión social con todos mis compañeros de clase me resultaba como mínimo inquietante.
"Y no podemos idear alguna excusa para saltárnosla"
"Solo con un certificado médico que asegure que estas soltando tu último suspiro o algo parecido. Espero que mi padre no me deje venir el viernes al pueblo, firmará lo que sea con tal de tenerme trabajando en la granja si lo necesita."
La inquietud se transformó en pánico. Si además de tener que asistir debía hacerlo yo solo, la idea se volvía aterradora.
Tu te diste cuenta de ello porque me apretaste suavemente el codo ( lo máximo que podíamos permitirnos a la entrada del instituto )y dijiste en tono suave:
"No te preocupes. Este año pienso asistir aunque tenga que escaparme de mi casa para hacerlo. No voy a dejarte solo después de lo que pasó."
Por segunda vez di cuenta de que no hacía falta que yo te contase nada porque tu ya presentías lo fundamental de la historia, y me conmovió la facilidad con que leías en mi mente y mi corazón.
"Y que vamos a hacer allí los dos...¿pelear contra el sistema, como se suele decir?"tuve que preguntar.
"Bueno, haremos lo que se hace en esos casos" contestaste muerto de la risa "Beberemos unos refrescos, nos tomaremos un sandwich y bailaremos con chicas..."ahora contuviste la carcajada al verme dilatar desmesuradamente las pupilas"...venga, la cuestión es no en verlo como un mal trago sino como una oportunidad de reconciliarnos un poco con lo que nos rodea...hasta yo me canso de estar siempre con los cuchillos desenvainados, ¿sabes?...Y tu, tu tienes que relacionarte más. Es usted un antisocial, jovencito."
"¡Esto es el colmo!"exclamé riendo, pero no tuve tiempo de añadir más, sonó el timbre de inicio de las clases y tuvimos que salir corriendo hacia nuestras respectivas aulas.
"Vete pensando qué vas a ponerte" murmuraste al pasar corriendo a mi lado.
Tuve que reirme otra vez a mi pesar, aunque mis presagios eran más bien funestos...
(sigue)

Tuesday, November 13, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 8 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.



Nuestras excursiones en la furgoneta se hacían cada vez más frecuentes. La mayoría de las veces nos limitábamos a correr por aquellas interminables carreteras sin encontrarnos casi nunca con nadie, riendo y diciendo tonterías. Los ratos compartidos siempre eran de modo furtivo, porque percibíamos algo prohibido en nuestra relación y conscientemente procurábamos poner una relativa distancia entre los dos cuando estaban delante otras personas.
A pesar de todo, aquel lazo era tan especial que todo el mundo acabó por sentirlo.
Un día tras la clase de gimnasia, tres chicos me rodearon en un rincón apartado de los vestuarios.
"Eh, hoy no veo a tu amiguito por aquí" dijo uno de ellos en voz alta. Yo sabía que faltabas a menudo porque tu padre anteponía tu trabajo en la granja a las clases, pero no intenté dar ninguna explicación, solo pregunté:
"¿Qué amiguito?"
"¡Ooooh, pues tu único amiguito aquí!", exclamó el matón haciendo reir a los otros dos "¿o es que tienes más?"
Terminé de ponerme los pantalones sin dar muestras de haber oído nada, con la esperanza de que se aburriesen y acabaran por marcharse, pero era evidente que no iban a dejarlo ahí.
"Nos han contado que os vais mucho los dos solos a dar vueltas con la furgoneta" dijo otro cogiendome del hombro y haciéndome dar la vuelta para mirarle a la cara "¿que haceis tanto tiempo por ahi?"
"Hacen manitas" dijo el primero logrando hacer reir a todos de nuevo "Creo que se la cascan el uno al otro"
Todos siguieron riendo a excepción del tercero en discordia que hasta entonces no había abierto la boca. A pesar del brillo oscuro que percibí en sus ojos, respondí secamente:
"Estais muy informados de esas cosas. Quizás con vuestra experiencia podais darnos alguna idea de como pasar un buen rato..."
El puñetazo fue tan imprevisto y rápido que ni siquiera lo vi venir, solo sentí un fogonazo que me llenó la cabeza de luz brillante y me hizo caer al suelo sobre mi trasero.
"Esto ha sido solo un aviso" susurró el número tres inclinándose sobre mi. La sangre manaba de mi nariz como un rio lento y cálido."No queremos maricones por aquí. Estás advertido, ¿vale?"
Incluso sus dos amigos habían enmudecidos y miraban asustados, sorprendidos por la violencia inesperada. Le observe a duras penas, cegado por el dolor y las lágrimas. Él sonrió satisfecho por el espectáculo.
"Ahora vete a contarle a tu mamá que unos chicos malos te han pegado porque andas dándote por el culo con tu amiguito de la furgoneta. Pero cuéntaselo así, tal cual, ¿eh?..."
Pasé todavía una hora allí, acuclillado con una toalla en la cara, lleno de rabia y humillación, rodeado de sombras que poco a poco me entraban por el pecho y se me iban posando en el corazón…

Durante el mes que me duraron los ojos amoratados mamá y tu no parasteis de preguntarme que era lo que en realidad había pasado, incapaces de creer mi versión de una caída en el gimnasio. No dije una palabra a pesar de vuestra insistencia, y nosotros continuamos haciendo lo mismo, los paseos en la furgoneta y los momentos en el garaje devorándonos el uno al otro... pero eramos conscientes de que algo se había puesto en marcha en torno nuestro, algo que crecía llenando el aire de hilos tensos como cuerdas de guitarra que se entrecruzaban tejiendo una red sobre los dos.
Mamá también percibió aquello.
Un atardecer violáceo en el que tú no habías venido y yo dejaba escurrirse el tiempo sentado en el porche, se sentó a mi lado a contemplar las últimas luces del día.
La miré de reojo.
Aunque seguía demasiado delgada, sus mejillas habían recobrado el color saludable y también su mirada parecía más alegre. Ella tenía el cabello rubio oscuro como tú y a menudo bromeaba diciendo que parecías más hijo suyo que yo. Los pequeños ratos que compartíamos los tres cuando venías a casa yo sentía que dejaba de ser mi madre y se convertía en el tercer vértice de un triángulo de amistad y complicidad...
...ahora sonreía ligeramente contemplando el crepúsculo, pero notaba en ella una cierta inquietud, como si deseara decirme algo.
"Hoy no ha venido David"dijo al fin.
"No. Tendría trabajo con su padre, como siempre", contesté encogiéndome de hombros.
"Es un buen chico" dijo. Luego me estrechó la mano un momento y siguió" Estoy feliz porque hayas encontrado un amigo aquí. Ya sabes lo que se dice, los amigos son tesoros y hay que mantenerlos cueste lo que cueste."
Ahora me contemplaba pensativa, radiantemente hermosa bajo aquella luz especial del atardecer.
"Sin embargo... siento que algo no va bien, y que esto..."rozó mi cara magullada suavemente"...es una prueba de ello. No quieres hablar del tema..."
"No hay nada de que hablar..."
"Ya...pero escúchame...siempre hemos tenido confianza plena el uno en el otro. No la pierdas justo cuando tienes un problema, ¿eh?...recuerda siempre una cosa: estoy orgullosa de ti. Te has convertido en un hombre hermoso, por fuera pero sobre todo por dentro, y voy a apoyarte siempre, y estaré a tu lado cuando me necesites, ¿si?"
Asentí despacio, sonriendo. Ella me devolvió la sonrisa pero ahora ampliamente y dándome un rápido beso en la mejilla se levantó.
"A ver qué me invento para la cena, que tortura... En cuanto esté te aviso, ¿de acuerdo?"
Yo aún estuve me quedé un rato contemplando el anochecer y aspirando los efluvios de los que venía cargada la oscuridad, sin saber que aquel había sido el último día de aquel largo e interminable verano.
(sigue)

Saturday, November 10, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 7 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.



El garaje se convirtió en un nuestro rincón secreto.
A veces llegabas por la noche y yo me descolgaba por la ventana para ir hasta allí de puntillas y en pijama…
Muchas veces fingiamos marchar con la furgoneta pero solo nos alejábamos lo bastante para no ser vistos y esperar a que mi madre se marchara de casa. Esos minutos los pasábamos envueltos en la deliciosa ansiedad del deseo, nuestras manos volaban sobre el otro como pájaros torpes y asustados, sin cansarse de tropezar una y otra vez, tocando, acariciando, desfallecidos por las ganas de tenernos.
Cuando al fin veíamos alejarse el coche de mamá, volábamos de vuelta a la casa, aparcabas de cualquier manera y competíamos para ver quien llegaba primero…
…una vez se cerraba la puerta tras nosotros, desaparecía de repente toda urgencia. Extendiamos una vieja manta militar en el suelo y empezábamos a desnudarnos, con exquisita lentitud, con inmensa ternura, besando cada nuevo espacio de piel descubierta, maravillándonos de nuestros cuerpos y de la energía, del amor en estado puro que corría por nuestras venas como un interminable torrente.
Sí, era interminable porque jamás quedábamos saciados, nunca era bastante, y además cada vez era mejor, más perfecto, porque aprendimos uno a uno todos los rincones que guardaban nuestro placer, los resortes ocultos que bajo el contacto de nuestros labios o nuestros dedos abrían una y otra puerta que nos llevaba a algo áun más bello y mejor.
El tiempo se suspendía allí dentro.
Cuantas veces oimos regresar el automóvil y continuamos allí abrazados en esa penumbra, los cuerpos pintados de rayas luminosas por los haces de luz que se filtraban por las rendijas de las paredes y el techo, y constelaciones de motas doradas de polvo flotando sobre nosotros…
…si, el tiempo se suspendía, y aprendí el concepto de eternidad entre tus brazos…



Un dia me llevaste a la balsa.
Era un mediodia especialmente sofocante, el calor hacía ondular los campos amarillos en torno a nosotros y ni siquiera las habituales bandadas de pájaros se dejaban ver a pleno sol.
Como siempre, corríamos en tu furgoneta, por una carretera y después por otra, hasta que yo perdía el sentido de la orientación y dejaba de intentar saber donde nos encontrábamos.
“Te voy a enseñar un sitio alucinante” anunciaste de pronto.
“Tiene que ser alucinante de veras. Desde que he llegado aquí creo que no he visto más que lo que estamos viendo en este momento. Media docena de árboles juntos ya me van a parecer alucinantes.”
Me diste un amistoso puñetazo en el hombro, riendo.
“Verás como te gusta. Además tiene de especial que, hasta que no estás allí, no sabes donde está”.
Giraste repentinamente por un camino de tierra rodeado de altas hierbas resecas, primero a la derecha y luego a la izquierda, con el gesto de quien tiene una gran sorpresa reservada y no quiere desvelarla.
“Ahora, ¡atención!..”
Volviste a girar, esta vez para introducirte en una senda pedregosa que hizo dar aparatosos botes al vehiculo. Iba a decir algo a propósito del estado del terreno cuando de pronto, como a la seña de un prestidigitador, lo muros de hierbas se abrieron inesperadamente y allí, en medio de un amplísimo claro de tierra y piedras, apareció tu sorpresa.
“Esta es la balsa”, dijiste frenando en seco.
La balsa era una charca grande, casi una pequeña laguna, de bordes redondeados y aguas en perfecta calma que reflejaban el cielo con tanta fidelidad que uno podía creer que se trataba de un trozo del azul mismo que había caído en aquel lugar perdido y abandonado. Su mera existencia en medio de esa aridez constituía en si misma un milagro.
“Los viejos la llaman “el ojo del cielo””, me explicaste satisfecho por mi asombro.
“¿Y de donde sale esta agua?”
“Me explicaron algo de corrientes subterráneas o algo asi…pero bueno, lo que importa no es eso. No hace falta buscar un porqué a las cosas para disfrutarlas, chico de ciudad.”
Bajaste de la furgoneta y corriste hasta una enorme roca blanca y plana que había en la orilla.
“¡Vamos! ¿Vas a quedarte ahí dentro sudando?”
Con absoluta naturalidad te despojaste de las zapatillas y la camiseta, luego te detuviste en la cintura de tus vaqueros y sonreíste con picardía.
“Mueve ese culo”, gritaste.
Empleando movimientos premeditadamente lentos abriste la cremallera de tus pantalones y tiraste de ellos hacia abajo, hasta que quedaron hechos un montón en el suelo con el resto de la ropa.
Me senti incapaz de mover un músculo, anonadado ante la visión de tu cuerpo casi desnudo bajo el sol del mediodía.
“Vamos” dijiste ahora en voz más suave “Ven conmigo…”
Casi sin aliento baje yo también del vehiculo y recorrí los escasos metros que nos separaban como a cámara lenta, hasta situarme frente a ti sobre aquella plataforma de piedra.
Como siempre, sonreíste, me acariciaste ligeramente la barbilla y empezaste a desabotonar mi camisa, muy despacio. Yo permanecía inmóvil en un estado extraño en el que de pronto era mucho más consciente de todo lo que me rodeaba, los estímulos se agrandaban y se centuplicaban, de forma que cosas que en otro momento podría haber pasado por alto se me aparecían con una claridad meridiana: la suave curva que dibujaban tus pestañas al final de tus párpados…el zumbido de los insectos a nuestro alrededor…el tenue aroma de tu cuerpo, excitando mis sentidos…
Una gota de sudor empezó a rodar lentamente desde la base de tu cuello y casi pude escuchar el susurro de su roce contra tu piel, surcando tu pecho y navegando hacia tu cintura.
Tus manos temblaron ligeramente al empezar a forcejear con el cierre de mi pantalon.
“Joder” me dijiste al oído “..échame una mano, me estoy achicharrando los pies encima de esta puta piedra…”
Rompimos los dos a reir, entonces tú te quitaste de un tirón los calzoncillos y saltaste al agua de inmediato, ofreciéndome una momentánea visión de la blancura de tus nalgas. Sin pensarlo, me quité el resto de la ropa y salté detrás de ti, al grito de “¡Alla voy!”
El impacto contra el agua helada me dejó casi sin aliento, la balsa era mucho más fría y profunda de lo que yo me esperaba. Giré un par de veces sobre mi mismo sin saber donde estaba el fondo y el cielo, hasta que tu mano sujetó la mía y me atrajo hacia ti. Salimos juntos a la superficie, allí me encontré con tus ojos.
Me arrastraste al borde de la balsa, donde tocábamos fondo con la punta de los pies, luego sujetaste mi rostro entre tus manos y, sin decir nada, me besaste como sabias hacerlo, con la ferocidad y pasión a la que me tenías acostumbrado.
Allí, de pronto, tu cuerpo contra el mío, tus labios en mis labios, en mi cuello, me sentí en un lugar aparte, como dos animales extraños y salvajes que ocupasen el único lugar del mundo, el único refugio en el que podían guarecerse.
Quise decirte, “que tenemos ahí fuera, que nos queda allí para poder vivir tu y yo”, pero no dije nada, apagaste mis palabras con lo dulce de tus besos.
(sigue)

Saturday, November 03, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 6 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.



Dos días después del suceso del garaje salimos a recorrer los campos con la furgoneta, sin ninguna idea preconcebida. Aquella tarde, aunque continuaba el calor, el cielo estaba cargado de nubes oscuras, como si fuese a derrumbarse sobre nosotros en cualquier momento únicamente por su propio peso. El tener aquel muro de color pizarra deslizándose muy despacio sobre nuestra cabeza solo incrementaba la sensación de calor, parecía que ese verano atrapado en el interminable Octubre empezaba a hincharse y ennegrecerse como una fruta en mal estado.
"Mira" dijiste señalando un punto a mi derecha. Me volví y vi una pequeña casa gris en medio del campo interminable."Es mi casa"
"Estáis todavía más aislados que mi madre y yo" comenté contemplando la imagen y su aire de cierta desolación.
"¿Quieres conocer donde vivo?" Sonreíste levemente como si no estuvieses muy convencido de tu propia idea y con uno de tus volantazos, nos internamos por un sendero de polvo en dirección a tu hogar. Soltando la palanca de cambios, me cogiste un momento de la mano, apretándola fuerte pero sin apartar la mirada del camino. De repente me sentí un poco nervioso.
El edificio entero emanaba un aire de decrepitud, de algo que parecía a punto de caerse y de quien nadie se ocupaba en exceso. Todo parecía blanco, negro o gris, y por todas partes parecían amontonarse montañas de polvo, como si hubiese algún desierto cercano empeñado en cubrir la casa bajo una duna.
" Desde que murió mamá, ninguno se ha preocupado demasiado de esto" dijiste leyendo mis pensamientos.
Frente al destartalado porche un hombre permanecía arrodillado junto a un tractor que parecía llevar mucho tiempo sin funcionar. Al oírnos llegar se puso en pie y nos contempló en silencio. Vestía solo unos pantalones de lona azul, unas botas y un sombrero para protegerse del sol. Tenía el torso musculoso de alguien que dedica mucho tiempo al trabajo físico y una expresión de determinación en el rostro que me recordó instantáneamente a ti.
Tu bajaste de un salto y saludaste:
"¿Que tal, papa?"Te volviste hacia mi haciéndome un gesto y también bajé despacio de la furgoneta mientras explicabas "Es un compañero del instituto. Estamos dando una vuelta."
"Hola" saludé con cierto temor y tendiendo una mano para estrechársela. Tardó un tiempo interminable en apartar una de sus enormes manos de las caderas para tendérmela. Uno de sus ojos permanecía oculto tras una neblina azulada, el otro me observó con fiereza.
"Mi chico no tiene mucho tiempo para amigos" dijo con voz grave "hay mucho trabajo que hacer por aquí" Después se limpió los dedos en el pantalón como si hubiese tocado algo sucio o desagradable y volvió a arrodillarse delante del tractor.
Me pregunté que esperabas llevándome allí.
"Yo también echo una mano a mi madre con la casa." dije intentando ser amable.
"¿Tu madre lleva una granja?" preguntó sin levantar la vista de sus ocupaciones "Mucho trabajo para una mujer sola."
" Solo tenemos algunos animales, poca cosa. Ella es maestra. Hemos llegado hace pocos días."
"Mucho trabajo para una mujer sola."repitió como si le hubiese dado la razón con mis palabras."¿Donde esta tu padre? ¿Ha muerto?"
"No" contesté tragando saliva, dispuesto a no dejarme impresionar por sus escasos modales.
Levantó un instante la vista como esperando que yo diese alguna explicación que no pensaba darle. Por fin se encogió de hombros y repuso:
"No es asunto mío, vale. Ahora, si no te importa, quisiera terminar con esto antes de que caiga el sol, ¿vale?"
Dejamos atrás a tu padre rodeando poco a poco la estructura oscura de la casa, y cuando nos hubimos alejado lo bastante preguntaste:
“¿Qué le pasó a tu padre? ¿Tu madre le abandonó?”
“No. Él nos abandonó a nosotros. Y la verdad, nos hizo un favor.”No estaba acostumbrado a hablar de mí mismo y mucho menos de aquel tema, que aparcaba premeditadamente en un rincón oscuro de mi conciencia. Tú percibiste el esfuerzo que me suponía y no insististe más, sin embargo continué, para demostrarme a mi mismo que era capaz de hacerlo.
“Bebía bastante y casi siempre andaba enredado con otras mujeres. El último día mamá le dijo que estaba harta, y que si no se marchaba él lo haría ella. Él se rió a carcajadas y dijo “No te preocupes, zorra, soy yo el que me largo, Ahí os quedáis tú y el tarado ese. Pero antes voy a hacer algo que siempre he deseado hacer.” Entonces se volvió de repente y la dio una bofetada que la tiró al suelo. No se si fue por el golpe o por la caída, pero se rompió el tímpano. Desde entonces no ha vuelto a oír igual de bien por ese oído.”
“Que hijo de puta” dijiste en voz baja poniendo una mano sobre mi hombro.
“Cuando se sintió lo bastante repuesta, mamá decidió que nosotros tampoco pintábamos nada allí, y apenas encontró este empleo en el pueblo, puso en venta la casa y también nos marchamos. Creo que aunque no hubiese encontrado este trabajo nos habríamos marchado igualmente. Me parece que temía que él pudiera regresar …”
Me mirabas con tal ternura que sentí deseos de besarte, y quizás lo hubiese hecho de no haberse abierto una ventana de la planta baja en aquel mismo instante. Un rostro grueso, amarillento y mal afeitado se asomó por el hueco negro, contemplándonos con ojos enrojecidos.
“Este es Víctor, pero todos le llamamos Vic. Es mi hermano” explicaste sin apartar los ojos de él.
“Y quien es él”, preguntó aquella cara de aspecto enfermizo.
“Es Julian, un compañero del instituto” contestaste. De pronto pareciste reparar en la mano que habías dejado sobre mi hombro y la apartaste con rapidez.
“Ya. Un nuevo amiguito” dijo con sorna el individuo.”Ándate con ojo, ¿ me has oído?… ándate con ojo.”
“De que estas hablando”. Tu tono de voz era severo y agresivo.
“Ya lo sabes, tío duro. Nada de mariconadas. No tengo que decirte más, tu ya me has entendido.” Se volvió hacia mí y enrojecí con violencia, incapaz de abrir la boca. “En cuanto a ti, hazte un favor y no te busques problemas, nene. Vete a casa y no vuelvas por aquí. No nos gustan las visitas.”
Tu echaste a andar a grandes zancadas de vuelta a la furgoneta y yo corrí detrás de ti sin decir nada, deseando hacer caso a tu hermano y marcharme para no volver más por allí. Una vez dentro, cuando arrancaste y enfilaste el camino en dirección a la carretera, te pregunté:
“¿Qué quería decir con lo de las “mariconadas”?… quiero decir … ¿él sabe algo?”
Veía tus nudillos blancos de apretar tan fuerte el volante.
“Hubo alguien más, hace tiempo.” Estabas intentando reprimirlas pero se te escapaban una a una las lágrimas de rabia e indignación. “Escucha, mi hermano es un cerdo, ¿vale? No hace otra cosa que beber cerveza y buscar problemas, para él y para todos los que le rodean. Olvídate de él, como si no existiese.”
Un trueno retumbó en la lejanía y de pronto enormes goterones empezaron a caer desde el cielo, levantando del suelo un penetrante aroma a tierra mojada.
“Te llevaré a casa” murmuraste “Va a caer una buena.”
Condujiste un poco mas sin decir nada, mientras las gotas intermitentes iban transformándose poco a poco en una cortina de agua que transformaba el monótono paisaje en una fotografía borrosa.
“¿Y donde está el?” tuve que preguntar “El otro chico, quiero decir.”
“Eso se acabó ”contestaste en voz muy baja. Y antes de que pudiese yo hablar, añadiste:”Murió”.
Guardé silencio hundido en mi asiento, anonadado ante todo lo que estaba escuchando desde hacía un rato.
Pensé en que eras demasiado joven para haber sufrido ya todo aquello, en que era injusto que la vida te hubiese hecho pasar tan pronto por eso.
Pensé si me querrías más a mi que a aquel otro chico.
Pensé si te habrías fijado tan siquiera en mi, de no haber muerto él.
Una vez más, como si me hubieses leído el pensamiento, detuviste la furgoneta hasta quedarnos allí, en medio de la nada bajo aquel formidable aguacero.
“¿Sabes? Cuando te vi en el gimnasio y me acerqué a ti, en parte fue por él” rozaste mi mejilla con un dedo y añadiste” Al mirarte a los ojos sentí … no se, era como si le mirase a él a los ojos.”
“Pues no son sus ojos. Son mis ojos.” repuse algo violento.
“Lo sé, Y desde que te conozco no he vuelto a pensar en él … hasta esta tarde, por culpa de mi hermano. Son tus ojos los que amo, pero algo que vi en ellos la primera vez le trajo a él a mi memoria, y me hizo saber que eras tú lo que andaba buscando.”
Te inclinaste sobre mi y colocaste tus labios a escasos milímetros de los míos. Aún así pude preguntar con voz temblorosa:
“¿Debería saber yo algo más de él? ¿Por ejemplo, que fue lo que le pasó?”
“Ahora no” dijiste en un susurro antes de besarme.
Los pájaros oscuros alzaron el vuelo de nuevo, pero no pude borrar de mi cabeza un pensamiento recurrente.
“Los ojos de un muchacho muerto…”
(sigue)

Wednesday, October 31, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 5 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.


El pueblo se nos caía encima.
Nunca creí que pudiese desear la llegada de la lluvia, pero lo hice durante esas tardes eternas de sol inclemente en las que el único espectáculo ante nuestra casa eran la carretera polvorienta y los perros abandonados.
Mamá, aunque intentaba sonreir y bromear todo el tiempo que estaba conmigo, se desesperaba los fines de semana, y si me acercaba en silencio la sorprendía en la mecedora del porche, balanceándose despacio y el sudor confundido con las lágrimas.
Yo me sentaba en los escalones de la entrada y regalaba horas muertas al horizonte amarillo y azul, esperando ver la nube de humo de tu furgoneta... pero solo veía los pájaros oscuros que traían a mi recuerdo el sabor de aquel único beso.
Una tarde apareciste, trayendo un cargamento de mazorcas de maiz y cabezas secas de girasol.
Mamá reía alborozada como una muchacha, "¡pero que vamos a hacer con todo esto!" exclamaba mientras tú bajabas los sacos. Entre los tres acarreamos todo hasta el granero, luego mamá se marchó diciendo:
"Os dejo solos, los chicos tendreis cosas de que hablar"y dirigiéndose a ti en tono confidencial añadió "llévale a dar una vuelta, pasa las tardes sentado mirando el campo, ¿a quien querrá ver aparecer?"
..de pronto nos quedamos solos en la penumbra, rota tan solo por los rayos de luz que se colocaban oblicuamente entre las tablas de las paredes, y en los que las motas de polvo danzaban como si tuvieran vida propia.
Nos separaban tres pasos de distancia, pero de pronto parecía haber un universo entre los dos.
Llevabas un mono azul y la cremallera, demasiado baja, dejaba ver un triángulo sudoroso de tu pecho.
No esperé porque no había tiempo, de pronto sentí que el tiempo se agotaba, Posé mi mano en ese trozo de piel, sobre tu corazón, y la cubriste con la tuya, mirándome directo a los ojos. Después tu mismo empujaste poco a poco mis dedos hacia abajo, siguiendo la linea humeda y oscura de vello que bajaba de tu ombligo... por un momento me pareció que la palma de mi mano dejaba un rastro irisado y brillante sobre tu cuerpo, como la huella de un caracol, como si se tratase de un truco de magia increible y fantástico.
Me detuve en el borde de tu ropa interior y luego, en vez de seguir bajando, rodeé tu cintura y te atraje hacia mi, hasta dejar tu boca a un instante de mi boca.
"Has tardado en venir"
"Me estabas esperando..."
"Me parece que hace toda una vida ya..."
A partir de ahí, todo transcurrió como en un sueño.
La pasión imponiéndose a la ternura, tú moviéndome a tu antojo, desnudando poco a poco mi cuerpo, tan blanco y pálido entre tus brazos morenos...
Nuestras manos volando, deseando estar en todas partes a la vez, hablando por nosotros, reemplazando palabras por caricias...
En algún lugar profundo de mi consciencia una voz me recordaba que mi madre solo estaba a unos metros de ahí, que en cualquier momento podría aparecer para ver si nos ocurría algo, pero a todo aquello se sobreponía tu calor, tu sabor, tu olor y el susurro ahogado de tus labios junto a mi oido.
"Voy a hacerlo... quieres que lo haga..."
No necesitaste la respuesta, me diste la vuelta haciéndome reclinar sobre un viejo arcón de madera y un instante despues tus dedos entraban en mi interior, arrancándome un quejido.
"Ahora voy yo..."
Sabía que dolería, pero no tanto. Apreté los ojos fuerte intentando inutilmente retener las lágrimas. Tú, que lo sentiste, detuviste tu avance un momento para preguntar "¿te está doliendo mucho?" Yo sacudí la cabeza negativamente dispuesto a aguantar, lo iba a hacer por ti, sabía que había algo más allá de aquel dolor y estaba dispuesto a recorrer el camino completo.
....en un momento dado, una resistencia cedió y algo empezó a fundirse en mi interior.
En ese instante el granero desapareció y nos quedamos los dos flotando entre rayos luminosos, perdiendo de vista el mundo de los hombres y de las cosas... tu empujando más fuerte, más deprisa, y yo deshecho, entregado, reducidos mente y cuerpo a un foco de luz y calor que crecía y crecía, anulándome por completo, hasta llenar la oscuridad de una cegadora claridad blanca.
De pronto, todo estaba en silencio y yacíamos los dos en el suelo, abrazados y sin aliento.
De pronto, todo estaba claro.
Yo era tuyo, y tu eras mío.
(sigue)

Sunday, October 28, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 4 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.


En cierto modo, eramos complementarios.
Tu habías absorbido los colores de la tierra, del trigo y el maíz, por eso tus cabellos eran dorados, y tu piel tostada, y tu cuerpo desprendía el aroma del campo recien segado. Olias a cereal, a verano, a tardes largas y crepúsculos incendiados. Y tus ojos, tus ojos eran negros, abrasados de tanto contemplar aquellos cielos inmensos y cegadores.
En cambio mi pelo era oscuro como el aire de la ciudad de la que vine, y mi cuerpo blanco y pálido, el cuerpo de quien no ha sentido nunca el calor del sol...mis ojos en cambio eran claros, quizás se volvieron azules de tanto soñar con este cielo.
Tus manos eran fuertes y ásperas, necesitaban ser besadas.
Mis manos eran suaves y frágiles, necesitaban de tus manos.
Mi boca era fina, delicada; la tuya rotunda y sensual.
Tu corazón, rudo como esta tierra, precisaba del mio.
Mi corazón, vacio como tu cielo, precisaba del tuyo.
Tu y yo, opuestos pero complementarios.
Como entendernos uno sin el otro.
Desde que te vi, no pude entender mis dias sin tenerte.
(sigue)

Saturday, October 27, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 3 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.


Cuando por fin volví a clase seguía siendo "el nuevo" y todo el mundo rehuía mi contacto como si padeciese algo contagioso. Pero no me importó cuanto al salir te vi sentado en las escaleras de entrada al instituto con el sol en el cabello y una sonrisa en la mirada.
No dije nada, solo me detuve frente a ti, paralizado ante tu sobria belleza.
"Has estado enfermo", dijiste.
Continué en silencio unos instantes, sonriendo sin querer.
"Y la furgoneta" pregunté.
"No la tengo siempre. Hoy mi padre tenía que comprar en la ciudad, tiene que venir a buscarme"respondiste con cierta tristeza. Luego recuperaste la luz en tu expresión y continuaste"...quería hablar contigo sobre lo del otro día."
"No me digas que me quieres pedir disculpas" dije en tono suave.
Ahora tu sonrisa se hizo resplandeciente.
"No. Quería decirte que fue maravilloso. Y que solo he pensado en ti desde entonces."
A pesar de rodearnos la pequeña algarabía de chicos y chicas en la salida de las clases, todo quedó en silencio, el universo se detuvo entre tu y yo.
"Sabes..."susurré con voz temblorosa"...desde el otro día, cuando cierro los ojos, solo veo ese campo amarillo y los cuervos, allí donde nos detuvimos."
Te levantaste para inclinarte sobre mi ligeramente.
"Y qué quieres ver la próxima vez que cierres los ojos para recordarme. Dímelo, y allí te llevaré..."
El sol se ocultó un instante tras una nube cuando añadiste:
"...para dejar otra huella en tu recuerdo."
Cerré los ojos y se me llenó la mente de calor y pájaros oscuros. Cuando volví a mirar la nube se había marchado y el mundo recobraba su color habitual, pero tu ya te alejabas con la mochila al hombro hacia la furgoneta que humeaba al otro lado de la calle.
"¡Espera!"grité, y te volviste un instante.
No tenía nada que decirte, tan solo deseaba retenerte un poco más.
"Estas noches..."continué tras tragar saliva con dificultad"...estas noches te vi...delante de mi casa..."seguías alejándote y tuve que levantar más la voz, haciendo reir a un grupo de chicas que pasaban a mi lado"¿Eras tu?...¿Eras tu?..."
Sacudiste la cabeza riendo y seguiste caminando, rodeado del resplandor dorado de aquel otoño.
(sigue)

Wednesday, October 24, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 2 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.


Al entrar en casa corriendo, mi madre salió a recibirme.
"¿Que tal el primer día? Has hecho amigos, por lo que veo. ¿Es del pueblo ese chico de la furgoneta?"
No pude decir nada, subí los escalones de cuatro en cuatro hasta mi cuarto,me metí en la cama y tras masturbarme furiosamente, caí en un estado febril que duró tres días con sus tres noches.
Mamá llamó al médico.
"Qué le pasa, doctor"
El médico se encogió de hombros.
"Algún virus otoñal. No parece grave. En unos días estará mejor."
Y mientras tanto, ardí, literalmente, pero no por culpa de un virus, ardí intoxicado de amor, del veneno que ya había tomado de tu boca...
...tres días que pasé guardando el sabor de tus labios. Besarte con los ojos cerrados me hizo ver desde entonces campos segados, cielos rasos y pájaros oscuros revoloteando sobre la nada.
...a veces, en medio de la noche, me levantaba casi sonámbulo hasta la ventana, descorría las cortinas y veía tu silueta oscura bajo el árbol del jardín, el único árbol en kilómetros a la redonda.
Tu silueta y el rescoldo de tus ojos, que a pesar de la oscuridad relucían como brasas en la penumbra.
Nunca grité tu nombre para saber si eras tú, si de verdad estabas allí.
A veces te veía.
A veces se levantaba la brisa y tu silueta se perdía entre las sombras de la noche.
(sigue)
Imagen: "Luna y ramas", de Manuel Pozo Coronado (www.manuelpozo.com)

Monday, October 22, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 1 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.




Amor, Amor, Amor...
La primera vez ni siquiera sabía tu nombre, y tu tampoco sabias el mío.
Yo estaba en mi primera clase de gimnasia, en mi primera tarde de instituto en aquel pueblo.
Tu...
…tu te acercaste con una sonrisa blanca y brillante, llegaste hasta el rincón en el que yo contemplaba al resto de los chicos con recelo y me tendiste una mano.
“Eres nuevo, ¿verdad?”
Ser nuevo a veces es una virtud y a veces, una maldición.
Sonreí inmediatamente ante el primer acercamiento que experimentaba en todo aquel día, y apenas iba a pronunciar mi nombre cuando el profesor de gimnasia gritó algo, debíamos ponernos por parejas, tu te encogiste de hombros y me señalaste con el dedo, y yo solo pude enrojecer de satisfacción.
Durante los siguientes tres cuartos de hora, no hice más que sentir vergüenza de mi mismo mientras tu sujetabas mis tobillos para hacer ejercicios abdominales, y morderme los labios al sujetar los tuyos y verte subir y bajar con la eficiencia de una máquina bien engrasada.
Para mi sorpresa, apenas terminó la clase te fuiste corriendo sin decir una palabra.
“No quiere más trato con el torpe del grupo”; pensé.
Pero cuando salí con mi mochila al hombro y el cabello húmedo todavía de la ducha reciente, ahí estabas tu recostado contra una vieja furgoneta y fumando un cigarrillo, que tiraste al suelo apenas me viste aparecer.
“Eh, ¿te acerco a casa?”
No dije nada, tan solo rodeé el vehículo y me aposté junto a la puerta del copiloto. Montaste deprisa y estiraste el brazo para abrirme.
“Está jodido el cierre, hay que abrir desde dentro” explicaste con esa sonrisa que ya me era familiar.
Arrancamos entre una nube de humo y explosiones de tubo de escape y salimos a toda velocidad por la calle principal del pueblo.
“¿Quieres que te de una vuelta por los alrededores?” preguntaste con una expresión de travesura en los ojos “Tienes que ir familiarizándote con el sitio, ¿no?”“Vale”, acerté a decir, y no sé si era por ser la primera vez que abría la boca delante tuyo o qué se yo, pero rompí a reir suavemente y tu reíste también, satisfecho.
“Entonces vamos”
Unos minutos después estábamos a cien por hora recorriendo carreteras secundarias entre inmensos campos de cereal, con el sol de la tarde bañando de oro todo lo que tocaba. Pusiste la radio, una emisora con musica moderna y cantaste el estribillo de un par de canciones, en un tono tan desafinado que volvió a hacerme reir. Tu conducías y te volvías constantemente hacia mi, como si quisieras cerciorarte de que todo iba bien. Por fin te pusiste un poco más serio y dijiste:
“Hace un calor de la hostia, ¿eh?”
Hacía rato que sentía la camiseta empapada contra el asiento y la frente húmeda de sudor. De un modo involuntario, casi sin querer, tambien me había fijado en las pequeñas gotas que brillaban sobre tu labio superior. Era Octubre, pero el verano se agarraba a la tierra con uñas y dientes, como si hubiese decidido no abandonar el lugar aquel año.
Ahora conducías más despacio y pasabas más tiempo mirándome que atento a la carretera.
El porqué puse mi mano en tu rodilla en ese momento, sin tener ni idea de la vida, ni del sexo ni del amor, es todavía un enigma para mi. Solo se que dejé caer mis dedos allí, y sentí encogerse mi estómago y detenerse mi corazón durante un instante, notando el calor que traspasaba la tela de tu pantalón vaquero.
Frenaste de improviso y de un volantazo, metiste la furgoneta en la cuneta.
Te quedaste unos segundos interminables contemplando los campos amarillos y los cuervos revoloteando entre la hierba seca, antes de susurrar:
“Joder, tio... como me gustas...”
Un instante después me agarrabas de la nuca con fiereza atrayéndome hacia ti.
El primer beso fue algo casi animal. Me invadiste, me invadió tu lengua, me invadió el suave sabor a tabaco de tus labios, me invadió el tacto de tu rostro mal afeitado mientras me aplastabas contra el asiento, respirando apresuradamente, dejandome sin aliento, sujetando mis manos con tus manos.
En ese primer beso sentí que estaba perdidamente enamorado, enamorado de ti, y del reflejo dorado del sol en tus pestañas.
Un brusco bocinazo nos hizo separarnos de un salto.
“¿Os pasa algo, chicos? ¿Os habeis salido de la carretera?”dijo alguien parando su vehiculo tras el nuestro.
“No, no, todo va bien” dijiste con voz temblorosa y arrancando “Gracias”...
Nos pusimos en marcha y volviste al pueblo sin decir ni una palabra. Paraste frente a mi casa e inclinándote sobre mi, me abriste la conflictiva puerta del pasajero.
“Nos vemos” susurré.
“Claro” respondiste rapidamente.
Apenas bajé saliste disparado levantando olas en el polvo del camino...
( Sigue )



Saturday, July 07, 2007

Un cuento inesperado de fantasmas

Del calor del sol sobre mi cabeza combinado con el consumo de psicotrópicos ha surgido un ser con vida propia...


…de momento no se mueve, se limita a contemplar desde una ventana el coche que acaba de estacionar en el aparcamiento, un viejo descapotable rojo que gruñe y chirría con todas sus piezas al frenar.
Es media tarde, aún falta mucho para que disminuya el calor de la tarde de verano.
El hombre se apea con una pesada maleta y entra de cuatro zancadas en la recepción del hotel, como si temiese el contacto prolongado con el asfalto.
- Hola -dice forzando una sonrisa sudorosa- Quisiera una habitación, solo para esta noche.
Una chica rubia, demasiado delgada y demasiado pálida, le devuelve una sonrisa igual de tensa desde la fresca penumbra de la recepción.
- Lo siento. Estamos a tope.
- Por favor…¿seguro que no tienen nada? Estoy agotado, llevo conduciendo una infinidad de horas y aún me queda un largo viaje. He peregrinado de hotel en hotel de la ciudad, y en el último me dijeron que aquí seguramente tuviesen una habitación vacía.
Ella vaciló un instante antes de responder.
- Se equivocaron. No hay nada.
- ¿Está segura?…me dijeron que aquí siempre queda una, que aquí…
Una sombra más oscura aparece tras la chica, un hombre mayor que se mueve con pesadez. Contempla al hombre unos segundos y por fin dice:
- La 504. -Ella se vuelve un momento sorprendida-…solo será una noche, ¿verdad caballero?
- ¡Claro! -exclama él esperanzado-.
- El pago es por adelantado, y no se admiten reclamaciones posteriores.
-…por supuesto, sólo dígame lo que es y yo…

…un cuarto de hora después está en la habitación 504. Huele a polvo, a humedad y quizás también a algo que lleva cerrado demasiado tiempo.
“Por algo no quieren ponerla a disposición del público” piensa él. Abre las persianas y la puerta que da a la terraza de par en par. Contempla un instante más el cuarto ( una cama, una mesa, un armario, cuatro paredes blancas, nada más ), luego vuelve la vista al exterior, a la playa cercana y al mar azul resplandeciente.
Se deja caer en la única silla de plástico blanco con un suspiro, feliz por haber encontrado un lugar donde descansar unas horas…
“…una pausa en esta carrera desenfrenada…”
Tras una breve mirada a su maleta (“ni pensar siquiera en ponerse a deshacerla”), cierra los ojos sintiendo la brisa del oceano sobre su rostro y…

…despierta no sabe cuanto tiempo después, aún hay luz y la temperatura es agradable, no sabe qué le ha hecho despertar con ese sobresalto, quizás ha sido
( “una mirada” )
un golpe de aire, o la incómoda sensación de
( “hay alguien más” )
el sudor de su espalda contra la silla de plástico.
El atardecer es una fantasía de rojos y morados que cubre el cielo como el delirio de un pintor brillante y enloquecido. Lo observa un instante con desasosiego, siente una molestia en la boca del estómago y la piel cubierta de sudor frío.
“Solo falta que me haya intoxicado con algo, mierda.”
Se levanta de la silla y vuelve al interior.
No se siente mejor, al contrario, parece que se ha incrementado el olor a cerrado y a humedad. Un instinto primario tiende a devolverle a la terraza pero el súbito malestar puede más y se deja caer cubriéndose los ojos con el antebrazo.
“Es igual a qué huela, estoy tan hecho polvo que no voy a enterarme.”

Se duerme.

Sueña con ella, con Ana. Con la última vez, cuando llegó con ojos brillantes y voz temblorosa anunciándole que pensaba abandonarle. Que le dejaba para siempre. Como en una pesadilla…
( porque qué es más que una pesadilla )
…veía volar su puño hacia el rostro de ella una y otra vez, y una y otra vez veía sangrar sus labios abiertos antes de doblarse sobre si misma con un llanto desgarrador, para derrumbarse en el suelo como un muñeco roto…
…salvo la última vez. La última vez no se derrumba, permanece en pie y con la sangre brotando de su boca y unos ojos extraños, le dice:
“Hey, chico, ¿no es hora de pagar por tus pecados?”

La voz es tan clara y tan nítida que salta en la cama y mira a los lados con el corazón latiéndole en la garganta.
Ahora el calor es insoportable, y tiene que levantarse de un salto a abrir la terraza para dejar paso al aire nocturno. Las cortinas blancas alzan el vuelo a su alrededor como la falda de una novia.
Afuera una luna inmensa arranca brillos de plata de un mar casi infinito.
…casi retorna con pesar a la cama, porque aún sintiéndose agotado algo, ese mismo instinto anterior, parece querer tirar de él hacia el exterior.
Pero el agotamiento puede más, se deja caer, vuelve a cerrar los ojos…
….intenta retomar el sueño donde lo dejó, pero ese punto no era agradable, prueba a inventar nuevos sueños donde adormecerse: paisajes de su infancia, una fiesta, una isla desierta… pero en todos hay algo rato, una disonancia, una…
(…sombra )

Se incorpora nuevamente de un salto, bañado en sudor, porque de pronto le parece que la sombra que ha soñado está ahí, junto a él, en ese espacio tan reducido…
A su alrededor solo ve las cortinas danzando suavemente con el aire de la noche y la débil luz blanca de la luna.
Se deja caer de nuevo pero ahora su corazón no se relaja, siente que…
( …has pasado algo por alto, abre los ojos de nuevo… )
…no le sorprende notar lágrimas que brotan furiosas por la comisura de sus párpados porque el terror súbito que siente le ha hecho perder todo autocontrol.
( ¡No quiero abrirlos, todo estaba bien! )
se grita a si mismo, pero todo su ser le dice que nada está bien.
Con un gemido casi inaudible entreabre los ojos y pasea su mirada muy despacio por la habitación, sin dejar de llorar… la ventana, las cortinas alzandose casi a cámara lenta ante sus ojos, la mesilla, el armario…
…entonces lo ve… al principio es solo un rincón más oscuro justo ahí, en los dos palmos que quedan entre el armario y la pared…luego descubre que no.
( Hay algo )
…hay algo acurrucado, algo que de vez en cuando entreabre los párpados y le observa.
Sus ojos son dos rendijas amarillas.
El pánico le paraliza. No puede obviar “eso”; no puede cerrar los ojos e intentar dormir creyendo que va a desaparecer, está ahí, tan real como él mismo… ¿y si se duerme y eso se arrastra hasta la cama, trepa al colchón y acerca su rostro al suyo hasta que pueda sentir su aliento sobre los labios? ¿Y si SE MUERE al verlo encima suyo?…porque podría ocurrir, ¿verdad?… podría morirse si eso que entreabre los ojos de vez en cuando en ese rincón se sube a su pecho y le hace ver su cara…
Sin pretenderlo ha vuelto a cerrar los párpados, cuando vuelve a abrirlos, las rendijas amarillas de aquello que se acurruca en el rincón ya no se cierran, están fijas en él, y algo
( una risa )
un sonido como el de una bisagra mal engrasada se escapa de la criatura.
La pretensión de “si-hago-como-que-no-lo-he-visto-desaparecerá” se esfuma al oir ese crujido horripilante, lanza un grito y chilla:
- ¡QUIEN ERES! ¡SAL DE AQUÍ! ¡DEJAME! ¡DEJAME!
Ahora esta acuclillado en la cama, enloquecido, pensando que la criatura está demasiado cerca de la puerta, que no sabe si llegará a tiempo antes de que pueda interponerse entre él y…
Aquello empieza a desplegarse… primero un brazo delgado y negro, con un crujido como de hojas secas y unos dedos largos y demasiado delgados arañan la pared como arañan las ventanas las ramas de los árboles durante las noches de invierno. Y otra vez esa risa, solo que ahora parece acompañada de una voz…
( …muchacho, ¿no es hora de pagar por tus pecados?… )
…una voz que le hace aullar y desconecta el último cable que quedaba pendiente entre su cuerpo y la razón. Como una flecha salta de la cama y se lanza a la terraza.
Solo tiene un momento de ver en la luna los ojos de Ana y su rostro sangrante, después toma impulso y se lanza al vacío.

Cuando al investigar el presunto suicidio la polícía descubrió parte del cuerpo de una mujer en la maleta, la chica rubia de la recepción se volvió al anciano conserje con rostro de sorpresa y preguntó:
- ¿Por eso le dio la habitación maldita? ¿Adivinó lo que había hecho?
-…Hum-dijo el viejo con una sonrisa-…Era una maleta demasiado pesada para un hombre con tanta prisa.

Sunday, February 18, 2007

Viajes de vuelta ( 3 )


Despues de que por la tarde un tímido sol se hubiese asomado a ratos, la lluvia azotaba de nuevo los cristales del tren cuando volvía a casa al atardecer.
- ¡No seas tonta! - le había gritado Rosi a la puerta de las oficinas- Ven a tomarte una copa y dile a Jack que perdiste el tren de las siete...
Pero no era lo más acertado. Ya había llamado a Jack después del almuerzo para contarle el retraso de la mañana, que tendría que quedarse una hora más aquella tarde y...
-...y que tendrás que ir tú a por los chicos, lo siento...
- ¡Joder, Sara, "lo siento"! -le había gritado con bastante menos tacto que su jefe aquella misma mañana- ¡Es la segunda vez este mes... ¿sigues pensando que puedes hacer de madre y trabajar al mismo tiempo?Convencete, deja ya ese puto rollo feminista de la realización como persona y todo lo demás, tienes que dejarlo...
Se mordió los labios, para no recitarle como pensaba, la lista de pequeños caprichos de los que disfrutaba él ahora y que tendrían que olvidar si ella dejaba de trabajar: la conexión ADSL para el ordenador, el gimnasio y el squash, las escapadas de fin de semana a la sierra...
-...vale, vale-le dijo en voz baja apartando un poco el teléfono de su rostro- no quiero discutir esto ahora, solo decírtelo. Perdona por joderte la tarde de esta manera...
- ¿"Perdona"? ¿"joderte"? ¿pero de qué vas, Sara? ¿es que además tengo que sentirme culpable yo por no...
Había colgado el telefono de golpe, cubriéndose luego el rostro con los dedos para intentar retener las lágrimas por segunda vez en aquel día, y sin embargo se dejaron caer, ardientes, sin ningún esfuerzo...
No quería discutir, ya discutían demasiado y por cosas como aquellas, que no tenían nada que ver con ellos dos... no, no había opción de última copa ese día, caminó agotada a la estación cogió -esta vez sí- su tren a tiempo y apoyó la cabeza contra la ventanilla, viendo oscurecerse el día y ante el paisaje las gotas de lluvia dibujando serpeantes senderos en el cristal.
"Quisiera morirme" pensó de pronto, tan solo por una décima de segundo.
Y sin previo aviso, visualizó sobre el oscuro exterior el reflejo del desconocido ( "de Ben" ), los ojos azules, su sonrisa, y notó que un ligero calor le inundaba el pecho. Casi a su pesar devolvió la sonrisa al fantasmal reflejo...
...
Todavía bajo el dulce sopor que le invadía después de hacerle el amor a Michael, aún pegajoso el espacio entre ellos dos, su miembro lánguido apretado contra sus nalgas y los labios en su nuca, en ese estado de absoluto bienestar que le invadía, el pitido del teléfono móvil irrumpió como un cañonazo.
- ...vamos, Ben -le susurró Michael pasados unos segundos-...puede ser importante... el de la editorial...
-...mierda, que le jodan -dijo apretándole más contra sí-...creo que me estoy empalmando otra vez...
Michael rió y alargó el brazo hasta la mesilla para contestar al aparato.
-...sí........oh, sí -se revolvió en la cama para mirarle de frente con gesto de expectación-...ahora mismo se pone...
"¡Es él!", le vocalizó sin voz alargándole el teléfono.
- ¿Dígame?...sí, soy yo............oh..........vaya, es estupendo......... ¿esta tard......?....bueno, claro.......sí, como no.....antes del cierre....
Antes de colgar Michael ya saltaba alborozado sobre el colchón.
-...están encantados con el cuento, quieren que vaya esta misma tarde...
- ¡Pero eso es...cojonudo!-gritó Michael-.
Le besó sonoramente en los labios y empezó a tirar de él para levantarle de la cama.
- ¡Joder, tengo un pálpito con esto!... Dime, ¿cuando seas una celebridad vas a quererme igual?... ¡date prisa o no llegarás a tiempo!
-...como me fastidia salir así -le dijo intentando atraerle hacia él-.
-...tranquilo - respondió Michael en voz baja y prometedora- Esta noche lo vamos a celebrar por todo lo alto...
De esa forma se vió por segunda vez en el mismo día haciendo el trayecto a la ciudad y con la misma lluvia pintando de gris el cielo. Pensar en ello hizo que la imagen de la mujer contemplándole en la cafetería de la estación le abordase sin previo aviso, dejándole desconcertado.
"Quien eres, desconocida..."
...
El silbato anunciando una parada cercana la sacó de su ensimismamiento. Aún no era la suya pero irguió la cabeza y respiró hondo, intentando serenarse.
...
...sin dejar de pensar en ella el tren silbó anunciando una parada, empezó a detenerse lentamente a la vez que lo hacía un tren que se movía en dirección contraria. Entonces...
...
...frotó el vaho de la ventanilla incrédula, para contemplar el tren que se había detenido junto al suyo. Justo enfrente, en el otro tren, alguien imitaba sus movimientos para ver mejor, era...
...
..."¡Sara!"...
...
..."no es posible" susurró su mente racional sintiendo que, una vez más, se llenaban sus ojos de lágrimas pero esta vez sin ningún sentido. No quiso llorar ante él, en su lugar compuso una gran sonrisa y con el dedo pintó despacio un gran "HOLA" en el cristal empañado, del revés para que él pudiera verlo.
...
..."Hola", le escribió él sintiendose inesperadamente emocionado y olvidándose de pronto de la entrevista, de la lluvia, hasta de Michael. "Quien eres", le dijo sin hablar, solo moviendo los labios.
Sara apoyó una mano en el cristal con la mirada llena de... ¿de qué?...
Los trenes silbaron a la vez y ambos arrancaron simultaneamente, cada uno hacia su destino, pero con la sensación de que aquel era el primer día del resto de sus vidas.

Thursday, February 15, 2007

Efectos secundarios ( 2 )


Atravesaron el habitual torbellino en que se convertía el comedor de la oficina a la hora del descanso, Rosi con su formidable humanidad y su pelo rojo fuego delante rugiendo a diestro y siniestro, Sara resguardada a su espalda dejándose llevar.
- Tengo que decírtelo -le dijo su compañera cuando por fin encontraron una mesa libre-, me jode, pero con mayúsculas, estar haciendo mi almuerzo de régimen de 400 calorías de porquería y seguir todavía comiendo más que tu... ¿solo vas a tomarte esa taza de café?
Sara sonrió meneando la cabeza y no dijo nada. Rosi agarró el sandwich de pavo como si se tratase de un objeto contundente y antes de morderlo, preguntó:
- Bien, escúpelo, de qué se trata...,
- ¿...?
- Si, no pongas esa cara. Por alguna razón tienes hoy una sonrisita de satisfacción que no me puedo explicar, a pesar de la bronca que te ha echado el jefe por llegar tarde y de la mañana que nos han dado esos cabrones del servicio extranjero... A mi no me engañas, te ha pasado algo...
Ella se ruborizó un poco antes de decir en voz baja, inclinándose sobre la mesa hacia su compañera:
-...vale... es una locura... no tiene pies ni cabeza... pero esta mañana, en la estación... he conocido a un hombre...
- ¿Y esa es la buena noticia? Los hombres pululan por ahí desde hace siglos y ninguno me ha dado aún motivos de alegría. De qué estás hablando, que quieres decirme...-de pronto Rosi interrumpió el proceso de masticación y dilató cómicamente los ojos- ¡Cielos! ¿Que tengo que pensar , Sara? ¿Que tengo que pensar?... ¿Te lo has montado con un tío en los lavabos de la estación?...¡Oh Dios, que sucio, me encanta! ¡CUENTAMELO TODO!
Sara tuvo que reirse antes de contestar:
-...no me lo he montado con nadie, es solo... coincidí con ese hombre allí y... no sé... creí que le conocía ya, y el también creía conocerme a mi. Fue breve y mágico.
Rosi resopló y abandonó el sandwich mordisqueado sobre la mesa.
- Oh... vaya...
- Te lo juro, fue así...
-...menuda mierda, Sara. Me parece estar viviendo una puta película de Meg Ryan, y ya sabes lo que pienso de las películas de esa tía... joder, Sara, si hasta te pareces a Meg Ryan... ¿y cual sera el siguiente paso? ¿echar un polvete en lo alto del Empire State Building?
-...no seas borde, Rosi...
- ¡Por lo menos dime que estaba bueno!...Cristo Jesús,tú, la madre y esposa perfecta,con un pie en el adulterio. Todos mis principios se tambalean... ¿tomamos un helado?... este estrés emocional me pide un extra de calorías...
(...)
Ben vivía en una pequeña casita con un poco de jardín alrededor en uno de los pocos pueblos próximos a la ciudad que aún conservaban un poco de tranquilidad. Cuando llegó había parado de llover y el sol asomaba de vez en cuando entrelas nubes oscuras. Encontró a Michael de rodillas en el suelo con su uniforme de "trabajar-el-jardín" (unos pantalones vaqueros viejisimos y una vieja chaqueta del ejército)escarbando con una pequeña pala en el suelo.
- Estoy plantando bulbos de narcisos -le explicó al verle de pie en el sendero de entrada-...hola...¿que pasó? ¿perdiste el tren directo?
- Ajá -dijo Ben antes de agacharse para besarle brevemente- Ese cerdo de la editorial me ha tenido una hora esperando a la puerta de su despacho, no sé que pretendía demostrarme...
Una vez más pensó que todo en Michael le recordaba el verano: los ojos claros como un cielo de Junio, el cabello del color del trigo maduro y una piel suave y dorada que hablaba de la playa y el mar. Su sonrisa era hermosa cuando se levantó y, pasándole un dedo lleno de tierra negra por la mejilla, le preguntó:
- Que te pasa, chico guapo, traes la mirada iluminada. ¿Te han aceptado la novela así sin más?
- No, ya sabes, van a estudiarlo y tal... no, no es eso...
- ¿Entonces, cual es la buena noticia?
Era tan absurdo que se lo dijo sin más.
- He conocido una chica mientras hacía el transbordo...
Michael ríe pero aprecia en sus ojos una leve sombra de desconfianza.
- ¿Una chica?... ¿y?... ¿te has enamorado?
Ben le da unos fingidos puñetazos en el costado antes de abrazarle un momento.
-...idiota...no, pero ha sido extraño, la ví mirándome y pensé... no sé, que la conocía desde siempre...pero no me hagas caso, son tonterías mías, ya sabes como funciona el cerebro de los escritores, siempre buscando historias por todas partes -agarró por la cintura a Michael y, atrayéndole un poco hacia sí mismo le susurró- ...oye, porqué no vamos dentro y hacemos algo de desayuno...necesito calentarme un poco...
- Eso está hecho -rió Michael, y entraron juntos y enlazados a la casa-.
Continuará

Saturday, February 10, 2007

El encuentro ( 1 )



"Un día más, la misma ciudad, la misma lluvia", pensó con desánimo mientras aguardaba el tren de cercanías que la llevaría al trabajo. Sin embargo aquella mañana no era igual que las demás. A diferencia del resto de los días, se encontraba prácticamente sola en el andén, tan solo veía a media docena de personas mas y cada una parecía aprovechar al máximo el espacio disponible situándose lo más lejos posible los unos de los otros, como si quisieran disfrutar de la momentanea intimidad que les proporcionaba ese aislamiento. Sara se arrebujó un poco más dentro de su abrigo, suspirando.

La mañana no estaba siendo fácil en absoluto. Los niños habían protestado más que de costumbre: para levantarse, para desayunar, habían conseguido hacerla gritar cuando se rompió una uña al abotonarles los abrigos mientras forcejeaban y chillaban..."Héctor", el gato de la casa, aprovechó la confusión para huir escaleras arriba, entonces sí se desató un pequeño cataclismo a su alrededor:
"Mamá, mamá, Héctor se ha marchado y no va a volver"
"Si, Quique, mamá lo va a traer"
"Noooo, se va a moriiiir"
"No, Guille, no se va a morir"
Entonces recordó el husky siberiano de la vecina del séptimo, un chucho enorme con el que solían cruzarse casi todas las mañanas cuando iban al colegio, dejó sus zapatos de tacón sobre el felpudo y se lanzó a la carrera escaleras arriba,temiendo rematar ese nefasto principio de jornada con la tarea de arrancar el pellejo de Héctor de los colmillos del perrazo...
...no fue así, Héctor sólo había llegado al quinto, intimidado por el territorio desconocido, y al verla aparecer logró esquivarla habilmente y volvió solito a casa bufando y con el lomo erizado.
"¡¡¡Mamá, mamá, Héctor ha vuelto!!!"chillaron sus hijos al verla bajar resbalando sobre las medias y mirando su reloj mientras repetía mentalmente como un mantra "no me va a dar tiempo, no me va a dar tiempo", entró como una exhalacion a coger la enorme carpeta repleta de documentos y dossiers que se había traído la tarde anterior del trabajo para ponerse un poco al día después de la cena y...

... y sólo pudo resoplar desolada al ver marcharse "su" tren, dejándola empapada de agua de lluvia y sudor en la estación vacía.
"Es la segunda vez este mes, Sara", le había dicho el jefe tras escuchar sus atropelladas y jadeantes explicaciones "Se supone que una de las razones por las que tengo una secretaria es para que tenga hechas una serie de cosas para cuando yo llego por la mañana, y no llegar yo y dejarle hecho ese trabajo a ella..."
"Lo siento..."
"Si esto se convierte en una costumbre, tendré que buscar a otra persona con menos problemas personales..."
Estuvo a punto de llorar de rabia e impotencia, tuvo que aguardar unos instantes apretándose los párpados con fuerza y respirando hondo antes de abandonar la cabina de teléfonos. Despues salió al andén casi vacío, contempló a los escasos viajeros y el gran reloj que colgaba del techo.

"Veinte minutos... ya que no podemos hacer más, tomaremos algo caliente. Un momento de tranquilidad."

También la cafetería estaba casi vacía, nada que ver con la batalla habitual que veía librarse cada mañana para llegar hasta la barra.
- ¿Desea tomar algo, señorita? -le preguntó el mismo camarero que acostumbraba a ignorarla cuando el lugar estaba repleto-.
Sonrió levemente, pensando en lo diferentes que resultan los lugares según se pase por ellos diez minutos antes o después,luego pidió un café y se sentó en una mesa junto a las cristaleras. De pronto se sentía mejor. Retuvo la taza caliente entre las manos y se perdió en sus pensamientos contemplando caer la lluvia...

Tardó unos minutos en reparar en el hombre que un par de mesas más allá escribía velozmente en una pequeña libreta, también con una taza de café a su lado. Estaba tan absorto en su labor como ella misma unos segundos antes, por lo cual pudo observarlo a su antojo: el rostro sin afeitar, el pelo negro algo alborotado del viento y el agua, la recta mandíbula tensa por la concentración, unas manos hermosas, de dedos largos, un abrigo negro que le daba un aire bohemio... no se dió cuenta de que estaba sonriendo hasta que el desconocido levantó unos ojos inesperadamente claros ( "¿grises?...¿azules?")y le devolvió la sonrisa.
- Vaya mañanita, ¿eh?
Su voz era grave y suave, con una leve nota de humor de fondo. Ella enrojeció hasta la raíz del cabello como en sus tiempos de instituto.
- Pues sí -susurró sintiendose muy estúpida. El breve vistazo a su propio reflejo en los cristales, comprobando el lamentable aspecto que ofrecía con su pelo mojado y las ropas descolocadas por las carreras del día, no contribuyeron a mejorar su autoestima-.
Tras un breve silencio el desconocido preguntó:
- ¿Te importa que me siente allí contigo?
Se encogió de hombros, incapaz de responder.
- Lo tomaré por un "sí" -dijo él sonriendo y recogiendo a la vez la taza, la libreta y una pequeña mochila. Luego se dejó caer ante ella con un leve soplido- Me llamo Ben.
- Yo Sara -respondió rapidamente. Después, casi sin pensar, hizo un movimiento de cabeza hacia la libreta y dijo- ¿Eres escritor?
- Ajá. Estuve en el centro a primera hora para entregar unos borradores, y ahora espero el tren de vuelta a casa... casi nunca hago transbordo en esta estación, cojo un cercanías que me lleva directo hasta casa pero hoy tuve una...
-...mañana horrible - terminó ella haciéndole reir-. Sé de que hablas. Yo tampoco debería estar aquí a estas horas, tendría que estar entrando en mi trabajo pero hoy todo se torció.
El asintió despacio, sin dejar un instante de sonreir y luego comentó despacio:
- ...oye... desde que te he visto tengo la sensación de que nos conocemos de algo... como lo llaman, ¿un "dejà vu"?
Sara meneó la cabeza azorada y de pronto pensó en la extraña sensación que había tenido viéndole un poco antes, inclinado sobre su libreta y totalmente absorto.
-...quizás sí... es una ciudad grande, pero puede ocurrir, ¿verdad?
El emitió un "hum" pensativo y concentró más en ella su mirada con una mezcla de admiración y extrañeza, como si tratara de recordar. Sara se dió cuenta de repente de lo cerca que estaban sus manos sobre la mesa, se preguntó lo que ocurriría si de pronto él dejase caer los dedos sobre los suyos...

El timbre anunciando la llegada de su tren la sacó del hechizo, se levantó de un salto y exclamó:
- ¡Este no puedo perderlo!
Cargó de nuevo con su abultada carpeta y fue a echar a correr, pero aquella sonrisa la retuvo unos segundos más.
-...bueno, encantada, Ben.
- Volveremos a vernos...
- ¿Es una pregunta o una afirmación? -le preguntó riendo-.
Él se encogió de hombros mostrando la palma de sus manos.

Aún quedó prendida en sus ojos unos instantes más, después vió entrar su tren silbando en el andén y salió corriendo como una loca.

Continúa, claro...