Saturday, February 10, 2007

El encuentro ( 1 )



"Un día más, la misma ciudad, la misma lluvia", pensó con desánimo mientras aguardaba el tren de cercanías que la llevaría al trabajo. Sin embargo aquella mañana no era igual que las demás. A diferencia del resto de los días, se encontraba prácticamente sola en el andén, tan solo veía a media docena de personas mas y cada una parecía aprovechar al máximo el espacio disponible situándose lo más lejos posible los unos de los otros, como si quisieran disfrutar de la momentanea intimidad que les proporcionaba ese aislamiento. Sara se arrebujó un poco más dentro de su abrigo, suspirando.

La mañana no estaba siendo fácil en absoluto. Los niños habían protestado más que de costumbre: para levantarse, para desayunar, habían conseguido hacerla gritar cuando se rompió una uña al abotonarles los abrigos mientras forcejeaban y chillaban..."Héctor", el gato de la casa, aprovechó la confusión para huir escaleras arriba, entonces sí se desató un pequeño cataclismo a su alrededor:
"Mamá, mamá, Héctor se ha marchado y no va a volver"
"Si, Quique, mamá lo va a traer"
"Noooo, se va a moriiiir"
"No, Guille, no se va a morir"
Entonces recordó el husky siberiano de la vecina del séptimo, un chucho enorme con el que solían cruzarse casi todas las mañanas cuando iban al colegio, dejó sus zapatos de tacón sobre el felpudo y se lanzó a la carrera escaleras arriba,temiendo rematar ese nefasto principio de jornada con la tarea de arrancar el pellejo de Héctor de los colmillos del perrazo...
...no fue así, Héctor sólo había llegado al quinto, intimidado por el territorio desconocido, y al verla aparecer logró esquivarla habilmente y volvió solito a casa bufando y con el lomo erizado.
"¡¡¡Mamá, mamá, Héctor ha vuelto!!!"chillaron sus hijos al verla bajar resbalando sobre las medias y mirando su reloj mientras repetía mentalmente como un mantra "no me va a dar tiempo, no me va a dar tiempo", entró como una exhalacion a coger la enorme carpeta repleta de documentos y dossiers que se había traído la tarde anterior del trabajo para ponerse un poco al día después de la cena y...

... y sólo pudo resoplar desolada al ver marcharse "su" tren, dejándola empapada de agua de lluvia y sudor en la estación vacía.
"Es la segunda vez este mes, Sara", le había dicho el jefe tras escuchar sus atropelladas y jadeantes explicaciones "Se supone que una de las razones por las que tengo una secretaria es para que tenga hechas una serie de cosas para cuando yo llego por la mañana, y no llegar yo y dejarle hecho ese trabajo a ella..."
"Lo siento..."
"Si esto se convierte en una costumbre, tendré que buscar a otra persona con menos problemas personales..."
Estuvo a punto de llorar de rabia e impotencia, tuvo que aguardar unos instantes apretándose los párpados con fuerza y respirando hondo antes de abandonar la cabina de teléfonos. Despues salió al andén casi vacío, contempló a los escasos viajeros y el gran reloj que colgaba del techo.

"Veinte minutos... ya que no podemos hacer más, tomaremos algo caliente. Un momento de tranquilidad."

También la cafetería estaba casi vacía, nada que ver con la batalla habitual que veía librarse cada mañana para llegar hasta la barra.
- ¿Desea tomar algo, señorita? -le preguntó el mismo camarero que acostumbraba a ignorarla cuando el lugar estaba repleto-.
Sonrió levemente, pensando en lo diferentes que resultan los lugares según se pase por ellos diez minutos antes o después,luego pidió un café y se sentó en una mesa junto a las cristaleras. De pronto se sentía mejor. Retuvo la taza caliente entre las manos y se perdió en sus pensamientos contemplando caer la lluvia...

Tardó unos minutos en reparar en el hombre que un par de mesas más allá escribía velozmente en una pequeña libreta, también con una taza de café a su lado. Estaba tan absorto en su labor como ella misma unos segundos antes, por lo cual pudo observarlo a su antojo: el rostro sin afeitar, el pelo negro algo alborotado del viento y el agua, la recta mandíbula tensa por la concentración, unas manos hermosas, de dedos largos, un abrigo negro que le daba un aire bohemio... no se dió cuenta de que estaba sonriendo hasta que el desconocido levantó unos ojos inesperadamente claros ( "¿grises?...¿azules?")y le devolvió la sonrisa.
- Vaya mañanita, ¿eh?
Su voz era grave y suave, con una leve nota de humor de fondo. Ella enrojeció hasta la raíz del cabello como en sus tiempos de instituto.
- Pues sí -susurró sintiendose muy estúpida. El breve vistazo a su propio reflejo en los cristales, comprobando el lamentable aspecto que ofrecía con su pelo mojado y las ropas descolocadas por las carreras del día, no contribuyeron a mejorar su autoestima-.
Tras un breve silencio el desconocido preguntó:
- ¿Te importa que me siente allí contigo?
Se encogió de hombros, incapaz de responder.
- Lo tomaré por un "sí" -dijo él sonriendo y recogiendo a la vez la taza, la libreta y una pequeña mochila. Luego se dejó caer ante ella con un leve soplido- Me llamo Ben.
- Yo Sara -respondió rapidamente. Después, casi sin pensar, hizo un movimiento de cabeza hacia la libreta y dijo- ¿Eres escritor?
- Ajá. Estuve en el centro a primera hora para entregar unos borradores, y ahora espero el tren de vuelta a casa... casi nunca hago transbordo en esta estación, cojo un cercanías que me lleva directo hasta casa pero hoy tuve una...
-...mañana horrible - terminó ella haciéndole reir-. Sé de que hablas. Yo tampoco debería estar aquí a estas horas, tendría que estar entrando en mi trabajo pero hoy todo se torció.
El asintió despacio, sin dejar un instante de sonreir y luego comentó despacio:
- ...oye... desde que te he visto tengo la sensación de que nos conocemos de algo... como lo llaman, ¿un "dejà vu"?
Sara meneó la cabeza azorada y de pronto pensó en la extraña sensación que había tenido viéndole un poco antes, inclinado sobre su libreta y totalmente absorto.
-...quizás sí... es una ciudad grande, pero puede ocurrir, ¿verdad?
El emitió un "hum" pensativo y concentró más en ella su mirada con una mezcla de admiración y extrañeza, como si tratara de recordar. Sara se dió cuenta de repente de lo cerca que estaban sus manos sobre la mesa, se preguntó lo que ocurriría si de pronto él dejase caer los dedos sobre los suyos...

El timbre anunciando la llegada de su tren la sacó del hechizo, se levantó de un salto y exclamó:
- ¡Este no puedo perderlo!
Cargó de nuevo con su abultada carpeta y fue a echar a correr, pero aquella sonrisa la retuvo unos segundos más.
-...bueno, encantada, Ben.
- Volveremos a vernos...
- ¿Es una pregunta o una afirmación? -le preguntó riendo-.
Él se encogió de hombros mostrando la palma de sus manos.

Aún quedó prendida en sus ojos unos instantes más, después vió entrar su tren silbando en el andén y salió corriendo como una loca.

Continúa, claro...

2 comments:

Ana desde el Sur del Mundo said...

Bellos latidos de tu Corazón que me cosquillean el alma...
Con una gran taza de café, te espero...

Aleteos para mi medio corazón ;-)

Ana

hermes said...

La cosa empieza bien. Nunca se sabe si un tren que perdemos, algo que nos fastidia en realidad va a ser el principio de algo inesperado.

Un abrazo angelito.