Wednesday, November 21, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 9 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.



El otoño llegó de improviso, con toda la furia acumulada del que lleva tiempo esperando que le cedan su legítimo espacio. La mañana siguiente a aquella breve charla en el porche, desperté con la lluvia azotando los cristales y las manos heladas, como si hubiese dormido al aire libre. Cuando bajé a la cocina mamá ya estaba allí preparando café y tostadas mientras daba saltitos sobre la punta de los pies.
"Menudo desastre. Tendríamos que habernos preocupado del tema de la calefacción antes de que llegase el frío...¿has oido como se cuela el viento por las juntas de las ventanas? Tengo que hablar con alguien hoy mismo, antes de entrar a la escuela..."
Pensé que sería buena idea volverse a la cama y no salir de allí en todo el día, incluso tenía ya en los labios una excusa preparada cuando escuché en el exterior el petardeo de tu furgoneta.
"Deberías verte el cambio de expresión" dijo mamá riendo "Parece que hoy no tendré que llevarte al instituto, ¿verdad?"
Todavía no había logrado pronunciar una frase coherente, notando arder mis mejillas ante la mirada divertida de mamá, cuando tras golpear brevemente en la puerta de la cocina entraste tú con el cabello chorreando y la eterna sonrisa en la cara.
"La que está cayendo...como hoy papá no necesita la furgoneta y llueve tanto, he pensado que podría llevarte, ¿qué dices?"
"Creo que dice que sí"respondió mamá por mi"¿has desayunado? ¿quieres un café?"
"Si, me tomaré una taza mientras este se quita el pijama."
"Estupendo, siéntate entonces."
En aquellos momentos en los que te integrabas con tanta naturalidad en nuestra rutina, sentía que me iba a estallar el corazón de felicidad. De alguna manera sabía que si en ese instante yo te cogiese de la mano y le contasemos a mamá lo que había entre los dos, lo entendería e incluso se sentiría dichosa con la noticia. Ahora, corriendo escaleras arriba y recordando sus palabras de la noche anterior, creí que era eso lo que ella me había querido dar a entender, que lo intuía todo, que comprendía lo que pasaba y me apoyaba totalmente.
"Cuando será el día apropiado para decírselo", me pregunté mientras me vestía y preparaba la bolsa con mis cosas. Ella misma lo había dicho, estábamos tan acostumbrados a contarnos todo lo que nos pasaba y sentíamos, que aquella historia me quemaba en los labios, deseaba hablarle de nuestro amor para compartir con ella mi felicidad...
Al volver abajo estabais hablando sobre la persona apropiada para revisar la calefacción y aislamiento de la casa, y mamá anotaba una dirección y un número de teléfono. Ella no me miraba, tu si, mostrando en tus ojos la dulzura habitual que reservabas para cuando nadie podía vernos...
...en ese preciso momento comprendí qué era lo que me retenía de hablar con mamá. Hablar de la relacion entre tu y yo conllevaría a hablar del incidente en los vestuarios,ella deduciría rapidamente la conexion que había con el puñetazo, la situación que se estaba generando en torno a nosotros, y conseguiría hacer desaparecer de su rostro la expresión tranquila y confiada que yo veía ahora y que solo había recuperado una vez nos hubimos marchado de la ciudad. Me pregunté que derecho tenía yo a plantearle situaciones que pudiesen crearle de nuevo angustia, cuando habíamos huido tan lejos buscando una vida feliz y tranquila.
En ese momento levantó la mirada del papel y sonrio de aquella manera que yo había olvidado hacía mucho tiempo ya.
"Venga, muevete y toma algo, o llegareis tarde."
Tu me seguías observando, pero con una cierta preocupación que no habia en tus ojos un instante antes.

...un poco después, mientras peleabas con el arranque de la furgoneta, dijiste:
"Estas preocupado por ella, ¿verdad? Y tiene que ver con lo que fuera que te pasó en el instituto."
No pude decirte nada, tu ya lo sabías todo, el cómo y el porqué, solo te faltaba saber quién había sido el agresor.
Arrancaste sin decir una palabra más y así seguimos hasta llegar al pueblo.

A la puerta del instituto nos esperaba un gran cartel ante el que todo el mundo pasaba de largo, y que supuso un punto de inflexion en el desarrollo de las cosas.
"Que es eso"pregunté intrigado.
"Me temo que lo sé"respondiste ceñudo.
El letrero anunciaba lo siguiente:

"CEREMONIA DE INAUGURACION DEL CURSO ESCOLAR
En colaboración con la Asociación Parroquial y el Excmo. Ayuntamiento local.
Viernes 9 de Noviembre, a las 18:00 h.
OS ESPERAMOS"

"Ese "os esperamos" es un eufemismo, la asistencia es obligatoria. Se supone que es algo para mejorar las relaciones entre los alumnos, entre profesores y alumnos y qué se yo..."
"¿Y en que consiste la ceremonia?"
"Primero en el salón de actos darán un discurso el alcalde, el párroco y el director del instituto. Y después hacen un pequeño baile en el gimnasio: cuelgan globitos, sirven limonada y galletitas saladas, todo con música de los años 60. Es apasionante"
A mi, que desde el incidente del puñetazo intentaba rehuir por todos los medios posibles cualquier aproximación a un entorno que percibía cada vez como más hostil, la idea de una reunión social con todos mis compañeros de clase me resultaba como mínimo inquietante.
"Y no podemos idear alguna excusa para saltárnosla"
"Solo con un certificado médico que asegure que estas soltando tu último suspiro o algo parecido. Espero que mi padre no me deje venir el viernes al pueblo, firmará lo que sea con tal de tenerme trabajando en la granja si lo necesita."
La inquietud se transformó en pánico. Si además de tener que asistir debía hacerlo yo solo, la idea se volvía aterradora.
Tu te diste cuenta de ello porque me apretaste suavemente el codo ( lo máximo que podíamos permitirnos a la entrada del instituto )y dijiste en tono suave:
"No te preocupes. Este año pienso asistir aunque tenga que escaparme de mi casa para hacerlo. No voy a dejarte solo después de lo que pasó."
Por segunda vez di cuenta de que no hacía falta que yo te contase nada porque tu ya presentías lo fundamental de la historia, y me conmovió la facilidad con que leías en mi mente y mi corazón.
"Y que vamos a hacer allí los dos...¿pelear contra el sistema, como se suele decir?"tuve que preguntar.
"Bueno, haremos lo que se hace en esos casos" contestaste muerto de la risa "Beberemos unos refrescos, nos tomaremos un sandwich y bailaremos con chicas..."ahora contuviste la carcajada al verme dilatar desmesuradamente las pupilas"...venga, la cuestión es no en verlo como un mal trago sino como una oportunidad de reconciliarnos un poco con lo que nos rodea...hasta yo me canso de estar siempre con los cuchillos desenvainados, ¿sabes?...Y tu, tu tienes que relacionarte más. Es usted un antisocial, jovencito."
"¡Esto es el colmo!"exclamé riendo, pero no tuve tiempo de añadir más, sonó el timbre de inicio de las clases y tuvimos que salir corriendo hacia nuestras respectivas aulas.
"Vete pensando qué vas a ponerte" murmuraste al pasar corriendo a mi lado.
Tuve que reirme otra vez a mi pesar, aunque mis presagios eran más bien funestos...
(sigue)

Tuesday, November 13, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 8 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.



Nuestras excursiones en la furgoneta se hacían cada vez más frecuentes. La mayoría de las veces nos limitábamos a correr por aquellas interminables carreteras sin encontrarnos casi nunca con nadie, riendo y diciendo tonterías. Los ratos compartidos siempre eran de modo furtivo, porque percibíamos algo prohibido en nuestra relación y conscientemente procurábamos poner una relativa distancia entre los dos cuando estaban delante otras personas.
A pesar de todo, aquel lazo era tan especial que todo el mundo acabó por sentirlo.
Un día tras la clase de gimnasia, tres chicos me rodearon en un rincón apartado de los vestuarios.
"Eh, hoy no veo a tu amiguito por aquí" dijo uno de ellos en voz alta. Yo sabía que faltabas a menudo porque tu padre anteponía tu trabajo en la granja a las clases, pero no intenté dar ninguna explicación, solo pregunté:
"¿Qué amiguito?"
"¡Ooooh, pues tu único amiguito aquí!", exclamó el matón haciendo reir a los otros dos "¿o es que tienes más?"
Terminé de ponerme los pantalones sin dar muestras de haber oído nada, con la esperanza de que se aburriesen y acabaran por marcharse, pero era evidente que no iban a dejarlo ahí.
"Nos han contado que os vais mucho los dos solos a dar vueltas con la furgoneta" dijo otro cogiendome del hombro y haciéndome dar la vuelta para mirarle a la cara "¿que haceis tanto tiempo por ahi?"
"Hacen manitas" dijo el primero logrando hacer reir a todos de nuevo "Creo que se la cascan el uno al otro"
Todos siguieron riendo a excepción del tercero en discordia que hasta entonces no había abierto la boca. A pesar del brillo oscuro que percibí en sus ojos, respondí secamente:
"Estais muy informados de esas cosas. Quizás con vuestra experiencia podais darnos alguna idea de como pasar un buen rato..."
El puñetazo fue tan imprevisto y rápido que ni siquiera lo vi venir, solo sentí un fogonazo que me llenó la cabeza de luz brillante y me hizo caer al suelo sobre mi trasero.
"Esto ha sido solo un aviso" susurró el número tres inclinándose sobre mi. La sangre manaba de mi nariz como un rio lento y cálido."No queremos maricones por aquí. Estás advertido, ¿vale?"
Incluso sus dos amigos habían enmudecidos y miraban asustados, sorprendidos por la violencia inesperada. Le observe a duras penas, cegado por el dolor y las lágrimas. Él sonrió satisfecho por el espectáculo.
"Ahora vete a contarle a tu mamá que unos chicos malos te han pegado porque andas dándote por el culo con tu amiguito de la furgoneta. Pero cuéntaselo así, tal cual, ¿eh?..."
Pasé todavía una hora allí, acuclillado con una toalla en la cara, lleno de rabia y humillación, rodeado de sombras que poco a poco me entraban por el pecho y se me iban posando en el corazón…

Durante el mes que me duraron los ojos amoratados mamá y tu no parasteis de preguntarme que era lo que en realidad había pasado, incapaces de creer mi versión de una caída en el gimnasio. No dije una palabra a pesar de vuestra insistencia, y nosotros continuamos haciendo lo mismo, los paseos en la furgoneta y los momentos en el garaje devorándonos el uno al otro... pero eramos conscientes de que algo se había puesto en marcha en torno nuestro, algo que crecía llenando el aire de hilos tensos como cuerdas de guitarra que se entrecruzaban tejiendo una red sobre los dos.
Mamá también percibió aquello.
Un atardecer violáceo en el que tú no habías venido y yo dejaba escurrirse el tiempo sentado en el porche, se sentó a mi lado a contemplar las últimas luces del día.
La miré de reojo.
Aunque seguía demasiado delgada, sus mejillas habían recobrado el color saludable y también su mirada parecía más alegre. Ella tenía el cabello rubio oscuro como tú y a menudo bromeaba diciendo que parecías más hijo suyo que yo. Los pequeños ratos que compartíamos los tres cuando venías a casa yo sentía que dejaba de ser mi madre y se convertía en el tercer vértice de un triángulo de amistad y complicidad...
...ahora sonreía ligeramente contemplando el crepúsculo, pero notaba en ella una cierta inquietud, como si deseara decirme algo.
"Hoy no ha venido David"dijo al fin.
"No. Tendría trabajo con su padre, como siempre", contesté encogiéndome de hombros.
"Es un buen chico" dijo. Luego me estrechó la mano un momento y siguió" Estoy feliz porque hayas encontrado un amigo aquí. Ya sabes lo que se dice, los amigos son tesoros y hay que mantenerlos cueste lo que cueste."
Ahora me contemplaba pensativa, radiantemente hermosa bajo aquella luz especial del atardecer.
"Sin embargo... siento que algo no va bien, y que esto..."rozó mi cara magullada suavemente"...es una prueba de ello. No quieres hablar del tema..."
"No hay nada de que hablar..."
"Ya...pero escúchame...siempre hemos tenido confianza plena el uno en el otro. No la pierdas justo cuando tienes un problema, ¿eh?...recuerda siempre una cosa: estoy orgullosa de ti. Te has convertido en un hombre hermoso, por fuera pero sobre todo por dentro, y voy a apoyarte siempre, y estaré a tu lado cuando me necesites, ¿si?"
Asentí despacio, sonriendo. Ella me devolvió la sonrisa pero ahora ampliamente y dándome un rápido beso en la mejilla se levantó.
"A ver qué me invento para la cena, que tortura... En cuanto esté te aviso, ¿de acuerdo?"
Yo aún estuve me quedé un rato contemplando el anochecer y aspirando los efluvios de los que venía cargada la oscuridad, sin saber que aquel había sido el último día de aquel largo e interminable verano.
(sigue)

Saturday, November 10, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 7 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.



El garaje se convirtió en un nuestro rincón secreto.
A veces llegabas por la noche y yo me descolgaba por la ventana para ir hasta allí de puntillas y en pijama…
Muchas veces fingiamos marchar con la furgoneta pero solo nos alejábamos lo bastante para no ser vistos y esperar a que mi madre se marchara de casa. Esos minutos los pasábamos envueltos en la deliciosa ansiedad del deseo, nuestras manos volaban sobre el otro como pájaros torpes y asustados, sin cansarse de tropezar una y otra vez, tocando, acariciando, desfallecidos por las ganas de tenernos.
Cuando al fin veíamos alejarse el coche de mamá, volábamos de vuelta a la casa, aparcabas de cualquier manera y competíamos para ver quien llegaba primero…
…una vez se cerraba la puerta tras nosotros, desaparecía de repente toda urgencia. Extendiamos una vieja manta militar en el suelo y empezábamos a desnudarnos, con exquisita lentitud, con inmensa ternura, besando cada nuevo espacio de piel descubierta, maravillándonos de nuestros cuerpos y de la energía, del amor en estado puro que corría por nuestras venas como un interminable torrente.
Sí, era interminable porque jamás quedábamos saciados, nunca era bastante, y además cada vez era mejor, más perfecto, porque aprendimos uno a uno todos los rincones que guardaban nuestro placer, los resortes ocultos que bajo el contacto de nuestros labios o nuestros dedos abrían una y otra puerta que nos llevaba a algo áun más bello y mejor.
El tiempo se suspendía allí dentro.
Cuantas veces oimos regresar el automóvil y continuamos allí abrazados en esa penumbra, los cuerpos pintados de rayas luminosas por los haces de luz que se filtraban por las rendijas de las paredes y el techo, y constelaciones de motas doradas de polvo flotando sobre nosotros…
…si, el tiempo se suspendía, y aprendí el concepto de eternidad entre tus brazos…



Un dia me llevaste a la balsa.
Era un mediodia especialmente sofocante, el calor hacía ondular los campos amarillos en torno a nosotros y ni siquiera las habituales bandadas de pájaros se dejaban ver a pleno sol.
Como siempre, corríamos en tu furgoneta, por una carretera y después por otra, hasta que yo perdía el sentido de la orientación y dejaba de intentar saber donde nos encontrábamos.
“Te voy a enseñar un sitio alucinante” anunciaste de pronto.
“Tiene que ser alucinante de veras. Desde que he llegado aquí creo que no he visto más que lo que estamos viendo en este momento. Media docena de árboles juntos ya me van a parecer alucinantes.”
Me diste un amistoso puñetazo en el hombro, riendo.
“Verás como te gusta. Además tiene de especial que, hasta que no estás allí, no sabes donde está”.
Giraste repentinamente por un camino de tierra rodeado de altas hierbas resecas, primero a la derecha y luego a la izquierda, con el gesto de quien tiene una gran sorpresa reservada y no quiere desvelarla.
“Ahora, ¡atención!..”
Volviste a girar, esta vez para introducirte en una senda pedregosa que hizo dar aparatosos botes al vehiculo. Iba a decir algo a propósito del estado del terreno cuando de pronto, como a la seña de un prestidigitador, lo muros de hierbas se abrieron inesperadamente y allí, en medio de un amplísimo claro de tierra y piedras, apareció tu sorpresa.
“Esta es la balsa”, dijiste frenando en seco.
La balsa era una charca grande, casi una pequeña laguna, de bordes redondeados y aguas en perfecta calma que reflejaban el cielo con tanta fidelidad que uno podía creer que se trataba de un trozo del azul mismo que había caído en aquel lugar perdido y abandonado. Su mera existencia en medio de esa aridez constituía en si misma un milagro.
“Los viejos la llaman “el ojo del cielo””, me explicaste satisfecho por mi asombro.
“¿Y de donde sale esta agua?”
“Me explicaron algo de corrientes subterráneas o algo asi…pero bueno, lo que importa no es eso. No hace falta buscar un porqué a las cosas para disfrutarlas, chico de ciudad.”
Bajaste de la furgoneta y corriste hasta una enorme roca blanca y plana que había en la orilla.
“¡Vamos! ¿Vas a quedarte ahí dentro sudando?”
Con absoluta naturalidad te despojaste de las zapatillas y la camiseta, luego te detuviste en la cintura de tus vaqueros y sonreíste con picardía.
“Mueve ese culo”, gritaste.
Empleando movimientos premeditadamente lentos abriste la cremallera de tus pantalones y tiraste de ellos hacia abajo, hasta que quedaron hechos un montón en el suelo con el resto de la ropa.
Me senti incapaz de mover un músculo, anonadado ante la visión de tu cuerpo casi desnudo bajo el sol del mediodía.
“Vamos” dijiste ahora en voz más suave “Ven conmigo…”
Casi sin aliento baje yo también del vehiculo y recorrí los escasos metros que nos separaban como a cámara lenta, hasta situarme frente a ti sobre aquella plataforma de piedra.
Como siempre, sonreíste, me acariciaste ligeramente la barbilla y empezaste a desabotonar mi camisa, muy despacio. Yo permanecía inmóvil en un estado extraño en el que de pronto era mucho más consciente de todo lo que me rodeaba, los estímulos se agrandaban y se centuplicaban, de forma que cosas que en otro momento podría haber pasado por alto se me aparecían con una claridad meridiana: la suave curva que dibujaban tus pestañas al final de tus párpados…el zumbido de los insectos a nuestro alrededor…el tenue aroma de tu cuerpo, excitando mis sentidos…
Una gota de sudor empezó a rodar lentamente desde la base de tu cuello y casi pude escuchar el susurro de su roce contra tu piel, surcando tu pecho y navegando hacia tu cintura.
Tus manos temblaron ligeramente al empezar a forcejear con el cierre de mi pantalon.
“Joder” me dijiste al oído “..échame una mano, me estoy achicharrando los pies encima de esta puta piedra…”
Rompimos los dos a reir, entonces tú te quitaste de un tirón los calzoncillos y saltaste al agua de inmediato, ofreciéndome una momentánea visión de la blancura de tus nalgas. Sin pensarlo, me quité el resto de la ropa y salté detrás de ti, al grito de “¡Alla voy!”
El impacto contra el agua helada me dejó casi sin aliento, la balsa era mucho más fría y profunda de lo que yo me esperaba. Giré un par de veces sobre mi mismo sin saber donde estaba el fondo y el cielo, hasta que tu mano sujetó la mía y me atrajo hacia ti. Salimos juntos a la superficie, allí me encontré con tus ojos.
Me arrastraste al borde de la balsa, donde tocábamos fondo con la punta de los pies, luego sujetaste mi rostro entre tus manos y, sin decir nada, me besaste como sabias hacerlo, con la ferocidad y pasión a la que me tenías acostumbrado.
Allí, de pronto, tu cuerpo contra el mío, tus labios en mis labios, en mi cuello, me sentí en un lugar aparte, como dos animales extraños y salvajes que ocupasen el único lugar del mundo, el único refugio en el que podían guarecerse.
Quise decirte, “que tenemos ahí fuera, que nos queda allí para poder vivir tu y yo”, pero no dije nada, apagaste mis palabras con lo dulce de tus besos.
(sigue)

Saturday, November 03, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 6 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.



Dos días después del suceso del garaje salimos a recorrer los campos con la furgoneta, sin ninguna idea preconcebida. Aquella tarde, aunque continuaba el calor, el cielo estaba cargado de nubes oscuras, como si fuese a derrumbarse sobre nosotros en cualquier momento únicamente por su propio peso. El tener aquel muro de color pizarra deslizándose muy despacio sobre nuestra cabeza solo incrementaba la sensación de calor, parecía que ese verano atrapado en el interminable Octubre empezaba a hincharse y ennegrecerse como una fruta en mal estado.
"Mira" dijiste señalando un punto a mi derecha. Me volví y vi una pequeña casa gris en medio del campo interminable."Es mi casa"
"Estáis todavía más aislados que mi madre y yo" comenté contemplando la imagen y su aire de cierta desolación.
"¿Quieres conocer donde vivo?" Sonreíste levemente como si no estuvieses muy convencido de tu propia idea y con uno de tus volantazos, nos internamos por un sendero de polvo en dirección a tu hogar. Soltando la palanca de cambios, me cogiste un momento de la mano, apretándola fuerte pero sin apartar la mirada del camino. De repente me sentí un poco nervioso.
El edificio entero emanaba un aire de decrepitud, de algo que parecía a punto de caerse y de quien nadie se ocupaba en exceso. Todo parecía blanco, negro o gris, y por todas partes parecían amontonarse montañas de polvo, como si hubiese algún desierto cercano empeñado en cubrir la casa bajo una duna.
" Desde que murió mamá, ninguno se ha preocupado demasiado de esto" dijiste leyendo mis pensamientos.
Frente al destartalado porche un hombre permanecía arrodillado junto a un tractor que parecía llevar mucho tiempo sin funcionar. Al oírnos llegar se puso en pie y nos contempló en silencio. Vestía solo unos pantalones de lona azul, unas botas y un sombrero para protegerse del sol. Tenía el torso musculoso de alguien que dedica mucho tiempo al trabajo físico y una expresión de determinación en el rostro que me recordó instantáneamente a ti.
Tu bajaste de un salto y saludaste:
"¿Que tal, papa?"Te volviste hacia mi haciéndome un gesto y también bajé despacio de la furgoneta mientras explicabas "Es un compañero del instituto. Estamos dando una vuelta."
"Hola" saludé con cierto temor y tendiendo una mano para estrechársela. Tardó un tiempo interminable en apartar una de sus enormes manos de las caderas para tendérmela. Uno de sus ojos permanecía oculto tras una neblina azulada, el otro me observó con fiereza.
"Mi chico no tiene mucho tiempo para amigos" dijo con voz grave "hay mucho trabajo que hacer por aquí" Después se limpió los dedos en el pantalón como si hubiese tocado algo sucio o desagradable y volvió a arrodillarse delante del tractor.
Me pregunté que esperabas llevándome allí.
"Yo también echo una mano a mi madre con la casa." dije intentando ser amable.
"¿Tu madre lleva una granja?" preguntó sin levantar la vista de sus ocupaciones "Mucho trabajo para una mujer sola."
" Solo tenemos algunos animales, poca cosa. Ella es maestra. Hemos llegado hace pocos días."
"Mucho trabajo para una mujer sola."repitió como si le hubiese dado la razón con mis palabras."¿Donde esta tu padre? ¿Ha muerto?"
"No" contesté tragando saliva, dispuesto a no dejarme impresionar por sus escasos modales.
Levantó un instante la vista como esperando que yo diese alguna explicación que no pensaba darle. Por fin se encogió de hombros y repuso:
"No es asunto mío, vale. Ahora, si no te importa, quisiera terminar con esto antes de que caiga el sol, ¿vale?"
Dejamos atrás a tu padre rodeando poco a poco la estructura oscura de la casa, y cuando nos hubimos alejado lo bastante preguntaste:
“¿Qué le pasó a tu padre? ¿Tu madre le abandonó?”
“No. Él nos abandonó a nosotros. Y la verdad, nos hizo un favor.”No estaba acostumbrado a hablar de mí mismo y mucho menos de aquel tema, que aparcaba premeditadamente en un rincón oscuro de mi conciencia. Tú percibiste el esfuerzo que me suponía y no insististe más, sin embargo continué, para demostrarme a mi mismo que era capaz de hacerlo.
“Bebía bastante y casi siempre andaba enredado con otras mujeres. El último día mamá le dijo que estaba harta, y que si no se marchaba él lo haría ella. Él se rió a carcajadas y dijo “No te preocupes, zorra, soy yo el que me largo, Ahí os quedáis tú y el tarado ese. Pero antes voy a hacer algo que siempre he deseado hacer.” Entonces se volvió de repente y la dio una bofetada que la tiró al suelo. No se si fue por el golpe o por la caída, pero se rompió el tímpano. Desde entonces no ha vuelto a oír igual de bien por ese oído.”
“Que hijo de puta” dijiste en voz baja poniendo una mano sobre mi hombro.
“Cuando se sintió lo bastante repuesta, mamá decidió que nosotros tampoco pintábamos nada allí, y apenas encontró este empleo en el pueblo, puso en venta la casa y también nos marchamos. Creo que aunque no hubiese encontrado este trabajo nos habríamos marchado igualmente. Me parece que temía que él pudiera regresar …”
Me mirabas con tal ternura que sentí deseos de besarte, y quizás lo hubiese hecho de no haberse abierto una ventana de la planta baja en aquel mismo instante. Un rostro grueso, amarillento y mal afeitado se asomó por el hueco negro, contemplándonos con ojos enrojecidos.
“Este es Víctor, pero todos le llamamos Vic. Es mi hermano” explicaste sin apartar los ojos de él.
“Y quien es él”, preguntó aquella cara de aspecto enfermizo.
“Es Julian, un compañero del instituto” contestaste. De pronto pareciste reparar en la mano que habías dejado sobre mi hombro y la apartaste con rapidez.
“Ya. Un nuevo amiguito” dijo con sorna el individuo.”Ándate con ojo, ¿ me has oído?… ándate con ojo.”
“De que estas hablando”. Tu tono de voz era severo y agresivo.
“Ya lo sabes, tío duro. Nada de mariconadas. No tengo que decirte más, tu ya me has entendido.” Se volvió hacia mí y enrojecí con violencia, incapaz de abrir la boca. “En cuanto a ti, hazte un favor y no te busques problemas, nene. Vete a casa y no vuelvas por aquí. No nos gustan las visitas.”
Tu echaste a andar a grandes zancadas de vuelta a la furgoneta y yo corrí detrás de ti sin decir nada, deseando hacer caso a tu hermano y marcharme para no volver más por allí. Una vez dentro, cuando arrancaste y enfilaste el camino en dirección a la carretera, te pregunté:
“¿Qué quería decir con lo de las “mariconadas”?… quiero decir … ¿él sabe algo?”
Veía tus nudillos blancos de apretar tan fuerte el volante.
“Hubo alguien más, hace tiempo.” Estabas intentando reprimirlas pero se te escapaban una a una las lágrimas de rabia e indignación. “Escucha, mi hermano es un cerdo, ¿vale? No hace otra cosa que beber cerveza y buscar problemas, para él y para todos los que le rodean. Olvídate de él, como si no existiese.”
Un trueno retumbó en la lejanía y de pronto enormes goterones empezaron a caer desde el cielo, levantando del suelo un penetrante aroma a tierra mojada.
“Te llevaré a casa” murmuraste “Va a caer una buena.”
Condujiste un poco mas sin decir nada, mientras las gotas intermitentes iban transformándose poco a poco en una cortina de agua que transformaba el monótono paisaje en una fotografía borrosa.
“¿Y donde está el?” tuve que preguntar “El otro chico, quiero decir.”
“Eso se acabó ”contestaste en voz muy baja. Y antes de que pudiese yo hablar, añadiste:”Murió”.
Guardé silencio hundido en mi asiento, anonadado ante todo lo que estaba escuchando desde hacía un rato.
Pensé en que eras demasiado joven para haber sufrido ya todo aquello, en que era injusto que la vida te hubiese hecho pasar tan pronto por eso.
Pensé si me querrías más a mi que a aquel otro chico.
Pensé si te habrías fijado tan siquiera en mi, de no haber muerto él.
Una vez más, como si me hubieses leído el pensamiento, detuviste la furgoneta hasta quedarnos allí, en medio de la nada bajo aquel formidable aguacero.
“¿Sabes? Cuando te vi en el gimnasio y me acerqué a ti, en parte fue por él” rozaste mi mejilla con un dedo y añadiste” Al mirarte a los ojos sentí … no se, era como si le mirase a él a los ojos.”
“Pues no son sus ojos. Son mis ojos.” repuse algo violento.
“Lo sé, Y desde que te conozco no he vuelto a pensar en él … hasta esta tarde, por culpa de mi hermano. Son tus ojos los que amo, pero algo que vi en ellos la primera vez le trajo a él a mi memoria, y me hizo saber que eras tú lo que andaba buscando.”
Te inclinaste sobre mi y colocaste tus labios a escasos milímetros de los míos. Aún así pude preguntar con voz temblorosa:
“¿Debería saber yo algo más de él? ¿Por ejemplo, que fue lo que le pasó?”
“Ahora no” dijiste en un susurro antes de besarme.
Los pájaros oscuros alzaron el vuelo de nuevo, pero no pude borrar de mi cabeza un pensamiento recurrente.
“Los ojos de un muchacho muerto…”
(sigue)

Wednesday, October 31, 2007

AMOR, AMOR, AMOR ( 5 ):Una historia de amor desmedida, salvaje y desaforada.


El pueblo se nos caía encima.
Nunca creí que pudiese desear la llegada de la lluvia, pero lo hice durante esas tardes eternas de sol inclemente en las que el único espectáculo ante nuestra casa eran la carretera polvorienta y los perros abandonados.
Mamá, aunque intentaba sonreir y bromear todo el tiempo que estaba conmigo, se desesperaba los fines de semana, y si me acercaba en silencio la sorprendía en la mecedora del porche, balanceándose despacio y el sudor confundido con las lágrimas.
Yo me sentaba en los escalones de la entrada y regalaba horas muertas al horizonte amarillo y azul, esperando ver la nube de humo de tu furgoneta... pero solo veía los pájaros oscuros que traían a mi recuerdo el sabor de aquel único beso.
Una tarde apareciste, trayendo un cargamento de mazorcas de maiz y cabezas secas de girasol.
Mamá reía alborozada como una muchacha, "¡pero que vamos a hacer con todo esto!" exclamaba mientras tú bajabas los sacos. Entre los tres acarreamos todo hasta el granero, luego mamá se marchó diciendo:
"Os dejo solos, los chicos tendreis cosas de que hablar"y dirigiéndose a ti en tono confidencial añadió "llévale a dar una vuelta, pasa las tardes sentado mirando el campo, ¿a quien querrá ver aparecer?"
..de pronto nos quedamos solos en la penumbra, rota tan solo por los rayos de luz que se colocaban oblicuamente entre las tablas de las paredes, y en los que las motas de polvo danzaban como si tuvieran vida propia.
Nos separaban tres pasos de distancia, pero de pronto parecía haber un universo entre los dos.
Llevabas un mono azul y la cremallera, demasiado baja, dejaba ver un triángulo sudoroso de tu pecho.
No esperé porque no había tiempo, de pronto sentí que el tiempo se agotaba, Posé mi mano en ese trozo de piel, sobre tu corazón, y la cubriste con la tuya, mirándome directo a los ojos. Después tu mismo empujaste poco a poco mis dedos hacia abajo, siguiendo la linea humeda y oscura de vello que bajaba de tu ombligo... por un momento me pareció que la palma de mi mano dejaba un rastro irisado y brillante sobre tu cuerpo, como la huella de un caracol, como si se tratase de un truco de magia increible y fantástico.
Me detuve en el borde de tu ropa interior y luego, en vez de seguir bajando, rodeé tu cintura y te atraje hacia mi, hasta dejar tu boca a un instante de mi boca.
"Has tardado en venir"
"Me estabas esperando..."
"Me parece que hace toda una vida ya..."
A partir de ahí, todo transcurrió como en un sueño.
La pasión imponiéndose a la ternura, tú moviéndome a tu antojo, desnudando poco a poco mi cuerpo, tan blanco y pálido entre tus brazos morenos...
Nuestras manos volando, deseando estar en todas partes a la vez, hablando por nosotros, reemplazando palabras por caricias...
En algún lugar profundo de mi consciencia una voz me recordaba que mi madre solo estaba a unos metros de ahí, que en cualquier momento podría aparecer para ver si nos ocurría algo, pero a todo aquello se sobreponía tu calor, tu sabor, tu olor y el susurro ahogado de tus labios junto a mi oido.
"Voy a hacerlo... quieres que lo haga..."
No necesitaste la respuesta, me diste la vuelta haciéndome reclinar sobre un viejo arcón de madera y un instante despues tus dedos entraban en mi interior, arrancándome un quejido.
"Ahora voy yo..."
Sabía que dolería, pero no tanto. Apreté los ojos fuerte intentando inutilmente retener las lágrimas. Tú, que lo sentiste, detuviste tu avance un momento para preguntar "¿te está doliendo mucho?" Yo sacudí la cabeza negativamente dispuesto a aguantar, lo iba a hacer por ti, sabía que había algo más allá de aquel dolor y estaba dispuesto a recorrer el camino completo.
....en un momento dado, una resistencia cedió y algo empezó a fundirse en mi interior.
En ese instante el granero desapareció y nos quedamos los dos flotando entre rayos luminosos, perdiendo de vista el mundo de los hombres y de las cosas... tu empujando más fuerte, más deprisa, y yo deshecho, entregado, reducidos mente y cuerpo a un foco de luz y calor que crecía y crecía, anulándome por completo, hasta llenar la oscuridad de una cegadora claridad blanca.
De pronto, todo estaba en silencio y yacíamos los dos en el suelo, abrazados y sin aliento.
De pronto, todo estaba claro.
Yo era tuyo, y tu eras mío.
(sigue)