El otoño llegó de improviso, con toda la furia acumulada del que lleva tiempo esperando que le cedan su legítimo espacio. La mañana siguiente a aquella breve charla en el porche, desperté con la lluvia azotando los cristales y las manos heladas, como si hubiese dormido al aire libre. Cuando bajé a la cocina mamá ya estaba allí preparando café y tostadas mientras daba saltitos sobre la punta de los pies.
"Menudo desastre. Tendríamos que habernos preocupado del tema de la calefacción antes de que llegase el frío...¿has oido como se cuela el viento por las juntas de las ventanas? Tengo que hablar con alguien hoy mismo, antes de entrar a la escuela..."
Pensé que sería buena idea volverse a la cama y no salir de allí en todo el día, incluso tenía ya en los labios una excusa preparada cuando escuché en el exterior el petardeo de tu furgoneta.
"Deberías verte el cambio de expresión" dijo mamá riendo "Parece que hoy no tendré que llevarte al instituto, ¿verdad?"
Todavía no había logrado pronunciar una frase coherente, notando arder mis mejillas ante la mirada divertida de mamá, cuando tras golpear brevemente en la puerta de la cocina entraste tú con el cabello chorreando y la eterna sonrisa en la cara.
"La que está cayendo...como hoy papá no necesita la furgoneta y llueve tanto, he pensado que podría llevarte, ¿qué dices?"
"Creo que dice que sí"respondió mamá por mi"¿has desayunado? ¿quieres un café?"
"Si, me tomaré una taza mientras este se quita el pijama."
"Estupendo, siéntate entonces."
En aquellos momentos en los que te integrabas con tanta naturalidad en nuestra rutina, sentía que me iba a estallar el corazón de felicidad. De alguna manera sabía que si en ese instante yo te cogiese de la mano y le contasemos a mamá lo que había entre los dos, lo entendería e incluso se sentiría dichosa con la noticia. Ahora, corriendo escaleras arriba y recordando sus palabras de la noche anterior, creí que era eso lo que ella me había querido dar a entender, que lo intuía todo, que comprendía lo que pasaba y me apoyaba totalmente.
"Cuando será el día apropiado para decírselo", me pregunté mientras me vestía y preparaba la bolsa con mis cosas. Ella misma lo había dicho, estábamos tan acostumbrados a contarnos todo lo que nos pasaba y sentíamos, que aquella historia me quemaba en los labios, deseaba hablarle de nuestro amor para compartir con ella mi felicidad...
Al volver abajo estabais hablando sobre la persona apropiada para revisar la calefacción y aislamiento de la casa, y mamá anotaba una dirección y un número de teléfono. Ella no me miraba, tu si, mostrando en tus ojos la dulzura habitual que reservabas para cuando nadie podía vernos...
...en ese preciso momento comprendí qué era lo que me retenía de hablar con mamá. Hablar de la relacion entre tu y yo conllevaría a hablar del incidente en los vestuarios,ella deduciría rapidamente la conexion que había con el puñetazo, la situación que se estaba generando en torno a nosotros, y conseguiría hacer desaparecer de su rostro la expresión tranquila y confiada que yo veía ahora y que solo había recuperado una vez nos hubimos marchado de la ciudad. Me pregunté que derecho tenía yo a plantearle situaciones que pudiesen crearle de nuevo angustia, cuando habíamos huido tan lejos buscando una vida feliz y tranquila.
En ese momento levantó la mirada del papel y sonrio de aquella manera que yo había olvidado hacía mucho tiempo ya.
"Venga, muevete y toma algo, o llegareis tarde."
Tu me seguías observando, pero con una cierta preocupación que no habia en tus ojos un instante antes.
...un poco después, mientras peleabas con el arranque de la furgoneta, dijiste:
"Estas preocupado por ella, ¿verdad? Y tiene que ver con lo que fuera que te pasó en el instituto."
No pude decirte nada, tu ya lo sabías todo, el cómo y el porqué, solo te faltaba saber quién había sido el agresor.
Arrancaste sin decir una palabra más y así seguimos hasta llegar al pueblo.
A la puerta del instituto nos esperaba un gran cartel ante el que todo el mundo pasaba de largo, y que supuso un punto de inflexion en el desarrollo de las cosas.
"Que es eso"pregunté intrigado.
"Me temo que lo sé"respondiste ceñudo.
El letrero anunciaba lo siguiente:
"CEREMONIA DE INAUGURACION DEL CURSO ESCOLAR
En colaboración con la Asociación Parroquial y el Excmo. Ayuntamiento local.
Viernes 9 de Noviembre, a las 18:00 h.
OS ESPERAMOS"
"Ese "os esperamos" es un eufemismo, la asistencia es obligatoria. Se supone que es algo para mejorar las relaciones entre los alumnos, entre profesores y alumnos y qué se yo..."
"¿Y en que consiste la ceremonia?"
"Primero en el salón de actos darán un discurso el alcalde, el párroco y el director del instituto. Y después hacen un pequeño baile en el gimnasio: cuelgan globitos, sirven limonada y galletitas saladas, todo con música de los años 60. Es apasionante"
A mi, que desde el incidente del puñetazo intentaba rehuir por todos los medios posibles cualquier aproximación a un entorno que percibía cada vez como más hostil, la idea de una reunión social con todos mis compañeros de clase me resultaba como mínimo inquietante.
"Y no podemos idear alguna excusa para saltárnosla"
"Solo con un certificado médico que asegure que estas soltando tu último suspiro o algo parecido. Espero que mi padre no me deje venir el viernes al pueblo, firmará lo que sea con tal de tenerme trabajando en la granja si lo necesita."
La inquietud se transformó en pánico. Si además de tener que asistir debía hacerlo yo solo, la idea se volvía aterradora.
Tu te diste cuenta de ello porque me apretaste suavemente el codo ( lo máximo que podíamos permitirnos a la entrada del instituto )y dijiste en tono suave:
"No te preocupes. Este año pienso asistir aunque tenga que escaparme de mi casa para hacerlo. No voy a dejarte solo después de lo que pasó."
Por segunda vez di cuenta de que no hacía falta que yo te contase nada porque tu ya presentías lo fundamental de la historia, y me conmovió la facilidad con que leías en mi mente y mi corazón.
"Y que vamos a hacer allí los dos...¿pelear contra el sistema, como se suele decir?"tuve que preguntar.
"Bueno, haremos lo que se hace en esos casos" contestaste muerto de la risa "Beberemos unos refrescos, nos tomaremos un sandwich y bailaremos con chicas..."ahora contuviste la carcajada al verme dilatar desmesuradamente las pupilas"...venga, la cuestión es no en verlo como un mal trago sino como una oportunidad de reconciliarnos un poco con lo que nos rodea...hasta yo me canso de estar siempre con los cuchillos desenvainados, ¿sabes?...Y tu, tu tienes que relacionarte más. Es usted un antisocial, jovencito."
"¡Esto es el colmo!"exclamé riendo, pero no tuve tiempo de añadir más, sonó el timbre de inicio de las clases y tuvimos que salir corriendo hacia nuestras respectivas aulas.
"Vete pensando qué vas a ponerte" murmuraste al pasar corriendo a mi lado.
Tuve que reirme otra vez a mi pesar, aunque mis presagios eran más bien funestos...
(sigue)