Del calor del sol sobre mi cabeza combinado con el consumo de psicotrópicos ha surgido un ser con vida propia...
…de momento no se mueve, se limita a contemplar desde una ventana el coche que acaba de estacionar en el aparcamiento, un viejo descapotable rojo que gruñe y chirría con todas sus piezas al frenar.
Es media tarde, aún falta mucho para que disminuya el calor de la tarde de verano.
El hombre se apea con una pesada maleta y entra de cuatro zancadas en la recepción del hotel, como si temiese el contacto prolongado con el asfalto.
- Hola -dice forzando una sonrisa sudorosa- Quisiera una habitación, solo para esta noche.
Una chica rubia, demasiado delgada y demasiado pálida, le devuelve una sonrisa igual de tensa desde la fresca penumbra de la recepción.
- Lo siento. Estamos a tope.
- Por favor…¿seguro que no tienen nada? Estoy agotado, llevo conduciendo una infinidad de horas y aún me queda un largo viaje. He peregrinado de hotel en hotel de la ciudad, y en el último me dijeron que aquí seguramente tuviesen una habitación vacía.
Ella vaciló un instante antes de responder.
- Se equivocaron. No hay nada.
- ¿Está segura?…me dijeron que aquí siempre queda una, que aquí…
Una sombra más oscura aparece tras la chica, un hombre mayor que se mueve con pesadez. Contempla al hombre unos segundos y por fin dice:
- La 504. -Ella se vuelve un momento sorprendida-…solo será una noche, ¿verdad caballero?
- ¡Claro! -exclama él esperanzado-.
- El pago es por adelantado, y no se admiten reclamaciones posteriores.
-…por supuesto, sólo dígame lo que es y yo…
…un cuarto de hora después está en la habitación 504. Huele a polvo, a humedad y quizás también a algo que lleva cerrado demasiado tiempo.
“Por algo no quieren ponerla a disposición del público” piensa él. Abre las persianas y la puerta que da a la terraza de par en par. Contempla un instante más el cuarto ( una cama, una mesa, un armario, cuatro paredes blancas, nada más ), luego vuelve la vista al exterior, a la playa cercana y al mar azul resplandeciente.
Se deja caer en la única silla de plástico blanco con un suspiro, feliz por haber encontrado un lugar donde descansar unas horas…
“…una pausa en esta carrera desenfrenada…”
Tras una breve mirada a su maleta (“ni pensar siquiera en ponerse a deshacerla”), cierra los ojos sintiendo la brisa del oceano sobre su rostro y…
…despierta no sabe cuanto tiempo después, aún hay luz y la temperatura es agradable, no sabe qué le ha hecho despertar con ese sobresalto, quizás ha sido
( “una mirada” )
un golpe de aire, o la incómoda sensación de
( “hay alguien más” )
el sudor de su espalda contra la silla de plástico.
El atardecer es una fantasía de rojos y morados que cubre el cielo como el delirio de un pintor brillante y enloquecido. Lo observa un instante con desasosiego, siente una molestia en la boca del estómago y la piel cubierta de sudor frío.
“Solo falta que me haya intoxicado con algo, mierda.”
Se levanta de la silla y vuelve al interior.
No se siente mejor, al contrario, parece que se ha incrementado el olor a cerrado y a humedad. Un instinto primario tiende a devolverle a la terraza pero el súbito malestar puede más y se deja caer cubriéndose los ojos con el antebrazo.
“Es igual a qué huela, estoy tan hecho polvo que no voy a enterarme.”
Se duerme.
Sueña con ella, con Ana. Con la última vez, cuando llegó con ojos brillantes y voz temblorosa anunciándole que pensaba abandonarle. Que le dejaba para siempre. Como en una pesadilla…
( porque qué es más que una pesadilla )
…veía volar su puño hacia el rostro de ella una y otra vez, y una y otra vez veía sangrar sus labios abiertos antes de doblarse sobre si misma con un llanto desgarrador, para derrumbarse en el suelo como un muñeco roto…
…salvo la última vez. La última vez no se derrumba, permanece en pie y con la sangre brotando de su boca y unos ojos extraños, le dice:
“Hey, chico, ¿no es hora de pagar por tus pecados?”
La voz es tan clara y tan nítida que salta en la cama y mira a los lados con el corazón latiéndole en la garganta.
Ahora el calor es insoportable, y tiene que levantarse de un salto a abrir la terraza para dejar paso al aire nocturno. Las cortinas blancas alzan el vuelo a su alrededor como la falda de una novia.
Afuera una luna inmensa arranca brillos de plata de un mar casi infinito.
…casi retorna con pesar a la cama, porque aún sintiéndose agotado algo, ese mismo instinto anterior, parece querer tirar de él hacia el exterior.
Pero el agotamiento puede más, se deja caer, vuelve a cerrar los ojos…
….intenta retomar el sueño donde lo dejó, pero ese punto no era agradable, prueba a inventar nuevos sueños donde adormecerse: paisajes de su infancia, una fiesta, una isla desierta… pero en todos hay algo rato, una disonancia, una…
(…sombra )
Se incorpora nuevamente de un salto, bañado en sudor, porque de pronto le parece que la sombra que ha soñado está ahí, junto a él, en ese espacio tan reducido…
A su alrededor solo ve las cortinas danzando suavemente con el aire de la noche y la débil luz blanca de la luna.
Se deja caer de nuevo pero ahora su corazón no se relaja, siente que…
( …has pasado algo por alto, abre los ojos de nuevo… )
…no le sorprende notar lágrimas que brotan furiosas por la comisura de sus párpados porque el terror súbito que siente le ha hecho perder todo autocontrol.
( ¡No quiero abrirlos, todo estaba bien! )
se grita a si mismo, pero todo su ser le dice que nada está bien.
Con un gemido casi inaudible entreabre los ojos y pasea su mirada muy despacio por la habitación, sin dejar de llorar… la ventana, las cortinas alzandose casi a cámara lenta ante sus ojos, la mesilla, el armario…
…entonces lo ve… al principio es solo un rincón más oscuro justo ahí, en los dos palmos que quedan entre el armario y la pared…luego descubre que no.
( Hay algo )
…hay algo acurrucado, algo que de vez en cuando entreabre los párpados y le observa.
Sus ojos son dos rendijas amarillas.
El pánico le paraliza. No puede obviar “eso”; no puede cerrar los ojos e intentar dormir creyendo que va a desaparecer, está ahí, tan real como él mismo… ¿y si se duerme y eso se arrastra hasta la cama, trepa al colchón y acerca su rostro al suyo hasta que pueda sentir su aliento sobre los labios? ¿Y si SE MUERE al verlo encima suyo?…porque podría ocurrir, ¿verdad?… podría morirse si eso que entreabre los ojos de vez en cuando en ese rincón se sube a su pecho y le hace ver su cara…
Sin pretenderlo ha vuelto a cerrar los párpados, cuando vuelve a abrirlos, las rendijas amarillas de aquello que se acurruca en el rincón ya no se cierran, están fijas en él, y algo
( una risa )
un sonido como el de una bisagra mal engrasada se escapa de la criatura.
La pretensión de “si-hago-como-que-no-lo-he-visto-desaparecerá” se esfuma al oir ese crujido horripilante, lanza un grito y chilla:
- ¡QUIEN ERES! ¡SAL DE AQUÍ! ¡DEJAME! ¡DEJAME!
Ahora esta acuclillado en la cama, enloquecido, pensando que la criatura está demasiado cerca de la puerta, que no sabe si llegará a tiempo antes de que pueda interponerse entre él y…
Aquello empieza a desplegarse… primero un brazo delgado y negro, con un crujido como de hojas secas y unos dedos largos y demasiado delgados arañan la pared como arañan las ventanas las ramas de los árboles durante las noches de invierno. Y otra vez esa risa, solo que ahora parece acompañada de una voz…
( …muchacho, ¿no es hora de pagar por tus pecados?… )
…una voz que le hace aullar y desconecta el último cable que quedaba pendiente entre su cuerpo y la razón. Como una flecha salta de la cama y se lanza a la terraza.
Solo tiene un momento de ver en la luna los ojos de Ana y su rostro sangrante, después toma impulso y se lanza al vacío.
Cuando al investigar el presunto suicidio la polícía descubrió parte del cuerpo de una mujer en la maleta, la chica rubia de la recepción se volvió al anciano conserje con rostro de sorpresa y preguntó:
- ¿Por eso le dio la habitación maldita? ¿Adivinó lo que había hecho?
-…Hum-dijo el viejo con una sonrisa-…Era una maleta demasiado pesada para un hombre con tanta prisa.